Figueras
La Junquera, el paraíso sexual de los franceses
«No te puedes morir sin ir a visitarlo», dicen los franceses sobre el macroprostíbulo del sur de Europa
En su fin de semana en el Alto Ampurdán, los franceses tienen todo cuanto quieren: sexo, drogas, alcohol, comida y cama. «No te puedes morir sin ir a La Junquera». Éstas son las palabras que pronuncian muchos franceses que bajan a la frontera con España para mantener relaciones sexuales con prostitutas, tanto de locales de alterne como de carretera. «El 95% de los demandantes de prostitución de la zona son franceses», según comentaron, en declaraciones a LA RAZÓN, fuentes policiales. Los jóvenes franceses han tomado como tradición venir a España en busca de servicios sexuales. Y con el endurecimiento de la legislación en materia de prostitución que la Asamblea Nacional francesa ha aprobado en diciembre, que multa a los clientes con 1.500 euros, se espera una llegada masiva de clientes procedentes del país vecino. Aun así, el Senado deberá ratificar la ley antes de junio.
Los clientes de las trabajadoras del sexo de la zona proceden en su inmensa mayoría de Marsella y Toulouse, ciudades que se encuentran a 350 y 240 kilómetros de distancia del municipio gerundense, respectivamente. Paradise –el burdel más grande de Europa–, Madam's, Dallas y Moonight son los cuatro prostíbulos con más afluencia de público, ya que cuentan con alrededor de 100 chicas cada uno. El lugar donde se encuentra Paradise estaba pensado para ser un hotel, pero acabó convirtiéndose en un burdel. «Nosotros intentamos parar su apertura por medio de una ordenanza que prohibía la apertura de un prostíbulo a menos de tres kilómetros de otro, ya que había uno en la zona. Sin embargo, presentaron toda la documentación antes de aprobarse la ordenanza, por lo que no pudimos hacer nada», explicó a este diario Sonia Martínez, alcaldesa del Ayuntamiento de La Junquera.
El paso fronterizo que separa España de Francia es atravesado por una media de siete millones de personas al año, pero la llegada de personas se intensifica los viernes y los sábados, días en los que los clubes de la zona presentan un lleno hasta la bandera. «Vinimos un sábado al Dallas –donde hay más de 100 chicas prestando servicios– y nos dijeron que no había ninguna disponible», contaron unos clientes. Los franceses no entienden de crisis y las chicas lo saben. De hecho, las prostitutas de los clubes llegan a ganar alrededor de 30.000 euros mensuales. Todo, dinero negro.
En este mundo tan impermeable, grandes empresarios invierten dinero, pero no permanecen visibles, ya que son las mafias las que controlan a las prostitutas. Muchas de ellas cambian de prostíbulo cada cierto tiempo, lo que permite tener siempre «carne fresca» en todos los locales. «Los proxenetas proceden de Rumanía, Rusia y los países del Este, de donde traen a las chicas. Aunque también hay alguna latina. Las llevan a los clubes a las 17:00 horas y las recogen a las 05:00 horas. Incluso son sus propios novios quienes las desplazan», indicaron fuentes policiales. Los proxenetas se mueven con coches de alta gama, que rondan los 80.000 euros, pero siempre puestos a nombre de las chicas. Y cada seis meses cambian de vehículo. La mayoría de ellas vive en Figueras junto a sus parejas, aunque algunas pernoctan en los burdeles donde trabajan.
Las trabajadoras sexuales hacen turnos de 12 horas en los prostíbulos; aun así, como advierte el gerente de uno de los cuatro clubes más grandes de La Junquera, «ellas están ahí porque quieren». Sin embargo, los otros gerentes de los prostíbulos se niegan a hablar. «No me voy a meter con quienes me dan de comer», dijo uno de ellos. Nada se habla de las condiciones en las que viven las chicas. «Llevan la ley del silencio grabada a fuego», afirman fuentes policiales. Uno de estos prostíbulos cuenta hasta con una psicóloga que visita a las mujeres una vez al mes.
La prostitución en este municipio del Alto Ampurdán, de apenas 3.000 habitantes, es un negocio muy rentable. Los prostíbulos permanecen abiertos los 365 días del año. Así, todos preparan fiestas especiales para recibir el año 2014. «Salones de belleza, hoteles, taxis... Son sectores que hacen el agosto durante todo el año, y es que al final todos ganan», señalaron unos agentes. Los taxistas se pelean por los clientes y muchos aparcan fuera de los prostíbulos esperando que salgan franceses para llevarlos de vuelta a su hotel. De hecho, según ha podido saber este periódico, muchos taxistas también trapichean con droga. Los franceses no mueven el coche del hotel durante su estancia en España, porque saben que hay controles de alcoholemia. Por eso, los taxistas hacen su negocio con ellos. Además, les venden drogas. Incluso las propias chicas ofrecen consumir a sus clientes, ya que muchas se drogan para soportar las prolongadas jornadas de trabajo. Los precios de los servicios son similares en todos los burdeles. 60 euros media hora con una chica y 120 una hora. Además, el cliente paga cinco euros por las sábanas y el preservativo, y otros 15 por la entrada al local con consumición. Además, las copas que invitan a las chicas cuestan 25 euros, ya que éstas se quedan con una comisión de en torno a los 8 euros.
El mundo de la prostitución y todo lo que la rodea es sórdido. «No se sabe ni la mitad de lo que pasa», dicen los agentes. Las drogas son un «leitmotiv» en este sector. De hecho, LA RAZÓN presenció un presumible intercambio. Una chica de uno de estos clubes aguarda en los aparcamientos. Un minuto más tarde, un coche de alta gama con matrícula de Toulouse se acerca. La chica entra en el vehículo y sale dos minutos después con un paquete en dirección al local donde trabaja. Mientras, el coche, con cristales tintados, se marcha.
«Esperan el autobús»
Los vecinos del Alto Ampurdán se quejan de la mala imagen que generan las prostitutas que desarrollan su trabajo en la carretera. Y es que algunas se niegan a ir a clubes, porque en la calle todo lo que ganan es para ellas, no tienen que pagar ninguna comisión al local. Y eso pese a que están controladas por proxenetas, a los que sí deben rendir cuentas. Este panorama no pasa desapercibido para las familias que pasan por la Nacional II con sus hijos. «Papá, ¿qué hace esa chica en medio de la carretera?», pregunta un niño al ver a una prostituta en la carretera. «Está esperando el autobús», contesta el padre en lo que ya se ha convertido en una excusa paterna muy socorrida por todos en el Alto Ampurdán, donde la prostitución forma parte del día a día. Y eso que en el último año, gracias a las multas policiales, se ha conseguido rebajar en más de un 50 por ciento el número de prostitutas que trabajan en la calle.
Los proxenetas utilizan el argor de granja para referirse a las trabajadoras del sexo. Las dejan en el prostíbulo generando dinero al igual que una gallina es encerrada expuesta a la luz en una jaula para poner el máximo número de huevos posibles. Así, cuando los proxenetas van a cobrar suelen decir: «Me voy a la granja». Y es que la prostitución es una maquinaria perfectamente engrasada para generar dinero. Ponerle cerco no es tarea fácil, por eso la semana pasada se celebró en La Junquera una mesa redonda para tratar la problemática de la prostitución a ambos lados del Pirineo. Aun así, «sólo se acabará con esta lacra cuando el Código Penal prohíba la prostitución en la vía pública», sentenció la alcaldesa de La Junquera.
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