Educación

El arte de enseñar con espada láser

El profesor Pedro Cifuentes publica un cómic donde resume sus clases de instituto y aboga por un cambio en la pedagogía de las humanidades en las clases con el fin de atraer y despertar a los estudiantes.

El Darth Vader de sociales asegura que con los gadgets que utiliza capta la atención de los alumnos de Castellón y «a partir de ahí, disfrutan aprendiendo». Foto: Kike Taberner
El Darth Vader de sociales asegura que con los gadgets que utiliza capta la atención de los alumnos de Castellón y «a partir de ahí, disfrutan aprendiendo». Foto: Kike Tabernerlarazon

El profesor Pedro Cifuentes publica un cómic donde resume sus clases de instituto y aboga por un cambio en la pedagogía de las humanidades en las clases con el fin de atraer y despertar a los estudiantes.

Pedro Cifuentes arrastraba consigo dos vocaciones en principio dispares y de difícil conjugación como son su gusto por el cómic y el arte. Unas disciplinas que después resultaron más cercanas de lo imaginado y que han acabado caminando por senderos paralelos. «Detrás de mí tengo la viñeta más grande que existe: la pizarra», comenta el autor. Cuando era pequeño se aficionó a la lectura de los tebeos, «¿recuerdas los de “Don Mickey”?». Eso fue a principios de los ochenta y lo que parecía un entretenimiento pasajero, propio de la edad, derivó en una afición sólida, inquebrantable, que encontró un aliado insospechado en el diseño gráfico. «Cuando empecé a trabajar, creía que iba a tener que dejar todo esto», reconoce, pero no fue así.

Un estudiante es fundamentalmente su curiosidad, aquello que es capaz de incentivar su imaginación, uno de los sentidos menospreciados de la naturaleza humana. «Con los alumnos de segundo de ESO lo que funciona muy bien son los cuadros de Vermeer y Pieter Bruegel, por ejemplo, «El combate entre don Carnal y doña Cuaresma». O El Bosco. Cuando voy con ellos al Museo del Prado, tenemos que pararnos en «El jardín de las delicias» porque tiene tal cantidad de detalles que les impresiona. En cambio, a los más mayores, lo que les atrae es el impresionismo, Van Gogh, porque les gusta además la leyenda que tiene encima. Otro cuadro que les suele impresionar es el «Guernica». He encontrado niños que ante él tienen el síndrome de Stendhal, se emocionan. Generalmente lo ven proyectado o en un libro de texto. Cuando descubren las dimensiones reales de esta obra... es un choque brutal para ellos».

Cifuentes decidió aunar distintos intereses y de la suma de su amor por el dibujo, el arte y la enseñanza resultó «Historia del arte en cómic. El mundo clásico» (Desperta Ferro), que es un resumen de los conceptos y nociones que él imparte en clase. Una glosa pasada por el cedazo de la ilustración y que se ha convertido en una herramienta útil para la difusión de conocimientos. «En el fondo es una estrategia para relanzar las Humanidades. Cuando comencé a trabajar me di cuenta de que había que mejorar su didáctica y adaptarla a los nuevos tiempos. Tienes que conseguir que las clases sean más atractivas. Ahora los chavales tienen acceso a mucha información. A su alcance están las redes sociales, Wikipedia. Tu cita de clase está en segundo plano. Tú debes ser el guía para ellos, para ayudarles a procesar tantos conocimientos que reciben».

Uno de los desafíos que se le presentó fue captar el interés de unos chicos que reciben muchos más estímulos procedentes de las tecnologías. Improvisó un golpe de efecto para sorprenderlos y un día apareció en el aula con una espada láser, como la de Darth Vader en «La guerra de las galaxias». «Fue rompedor. Estos gadgets sirven para introducir algo de humor en las clases. Captas su atención y, a partir de ahí, ellos aprenden de una manera significativa, aprenden por aprender, y disfrutan haciéndolo. De lo contrario estamos perdidos». Desde ese día, Pedro Cifuentes es el «friki de sociales». «Recuerdo que una niña fue contándole a su madre que había ido a clase con una espada láser, y ella acudió alarmada al día siguiente al colegio para ver qué era eso. Cuando comprendió que lo único que hacía era usarla de puntero y que venía bien a la dinámica de la clase, se relajó y entendió que era más estimulante que emplear una tiza». Ahora ha sustituido la espada láser por una nueva arma sorprendente: una varita de Harry Potter. Comenta que los menores de hoy, en un 80%, «reciben estímulos audiovisuales muy rápidos. El arte sirve para reposar todos esos conocimientos, ayudarlos a que los digieran de manera pausada y progresiva, que puedan reflexionar».

Con esta reinventada pedagogía, Cifuentes les anima también a que hagan tiras cómicas que luego exhiben en clase y que no es más que el anzuelo, el reclamo apropiado, para que, después, los mismos estudiantes que han dibujado tengan que explicar en una intervención oral las ideas más relevantes que intentaron destilar. «Las Humanidades son un vehículo transversal de conocimientos. Sobre todo el arte. Gracias a él intento que los alumnos entiendan el patrimonio que les rodea, que aprecien lo que es un museo y no se aburran».

Un empujón a las letras

Cifuentes, que se incluye a sí mismo en el cómic con su espada láser, también intenta con su educación que las letras tomen otro aire y que vuelvan a atraer la mirada de los más jóvenes. «Lo que pretendo es que tengan un pensamiento crítico. Quiero que se conviertan en ejecutivos de Google, que triunfen, pero que también sean personas con mucha formación y responsabilidad. Quiero que ellos se empoderen, que lleguen donde tienen que llegar, pero apreciando valores como el esfuerzo y el trabajo, que ahora es algo que a muchos les cuesta comprender. Ellos están acostumbrados a vivir conforme al estilo que han llevado sus padres, pero lo cierto es que lo tendrán complicado». Cifuentes, que no es ajeno a las dificultades que existen en el horizonte inmediato, las tormentas que van a tener que afrontar sus pupilos, asegura que «las Humanidades son un faro. Nos permiten tomar decisiones frente a tanta técnica y ciencia sin sentido. Les ayudan a buscar referentes con palabras, como la moral, que está ahí. Con ellas les enseñamos a reflexionar y pensar en el bien y el mal».

Autoestimulación visual

En esta sociedad de abundantes tentaciones, Cifuentes ha asumido que la actual sobreexposición a la que se enfrentan los estudiantes es «perjudicial»: «Esto lo tengo muy claro. Existe una autoestimulación audiovisual que impide que se sienten para empezar a trabajar. En las pantallas existe mucha información, pero no la procesan. Un ejemplo: Sucede una noticia y ellos me vienen a clase para hacerse los importantes, pero les tienes que parar. Cuando Trump ganó me lo comentaron. Yo les dije: “Vamos a ver, sentaos. ¿Sabéis quién es este señor? ¿Lo que supone para la economía?”. Les debes decir que no todo son titulares». Más recientemente le sucedió con el incendio de la catedral de Notre Dame de París: «Lo han visto, pero no saben lo que supone eso para la cultura. Lo mismo ocurrió con la destrucción de Palmira. Tienes que explicarles que es una tragedia humana. Pero también sirve para reivindicar los monumentos, que comprendan que estos cuadros y edificios tan bellos, que parece que van a acompañarte durante toda la vida, son muy frágiles, por lo que hay que cuidarlos, tenerles respeto y ayudar en lo que se pueda a conservar el patrimonio histórico-artístico».

Cifuentes no puede evitar colar una leve crítica a un problema actual y añade: «Ahora tenemos una herramienta barata que nadie nos ha enseñado cómo funciona: el móvil inteligente. Es un momento histórico. Los padres no saben qué hacer con ellos y el teléfono. Aunque hay que educarles para que lo hagan bien. Lo que sucede es que los propios padres no tienen la información correcta para transmitirles un correcto uso. Ninguno regalaría un microondas o un frigorífico a su hijo, pero les regalan un móvil, del que no tienes instrucciones y que puede ser una bomba de relojería».

Los niños y El Prado

Cifuentes reconoce que una de las obras que más impacta a sus alumnos es el «David» de Miguel Ángel. Da igual que sea en clase, cuando lo proyecta, o cuando lo visitan en Florencia. «Les encanta si les muestras los detalles de las manos, las venas...». Otro lienzo que les fascina es «La libertad guiando al pueblo», de Delacroix, y «Los fusilamientos», de Goya, «sobre todo cuando lo comparas con el de Manet. En cuanto les explicas por qué dibujó a los soldados de esa manera y a las víctimas de otra, se emocionan». En su última visita al Prado, aparte de esos dos éxitos seguros entre los estudiantes que son «Las meninas» y «Las lanzas», se llevó una sorpresa y el grupo de estudiantes que acompañaba sintió un insospechado interés por unas obras que, en principio, nadie esperaba: las «pinturas negras» de Goya. «No se explicaban que un señor que pintaba tan mal, pinte tan bien». Les sorprendió que aquellas pinceladas mínimas les pudiera transmitir tanto con tan poco nivel de detalle. Y cuando lo comparaban con los retratos que hizo de la Familia Real se quedaron boquiabiertos».