Opinión
La edad de inicio de las redes sociales, una cuestión de derechos
Director de PantallasAmigas
Actualmente las personas menores de 14 años no puedan registrarse ni acceder a las redes sociales. El Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de los Menores en los Entornos Digitales pretende elevar esa edad hasta los 16 años. La formulación parece clara y apunta a un interés por preservar el bienestar de niñas, niños y adolescentes. Es a todas luces una medida de protección frente a los efectos adversos que, en muchos casos, el uso de estas plataformas ha venido demostrando para los menores (acoso, exposición a contenidos nocivos, sobreuso…). En este sentido no admitiría discusión. Sin embargo, se acaba de conmemorar el pasado día 20 el Día Mundial de la Infancia donde se celebran los derechos de las personas menores de edad, derechos que se deben de impulsar también en la parte digital de sus vidas. Y cuando hablamos de la Convención de los Derechos de la Infancia vemos que su articulado gira en torno a tres ejes fundamentales: la protección, el desarrollo o promoción y la participación. En este marco cabe preguntarse dónde queda el derecho de las personas menores, por ejemplo de 14 y 15 años, a aprovechar las oportunidades de desarrollo que les ofrecen las redes sociales.
Al igual que ocurre con la seguridad y la privacidad, los derechos de protección y los derechos de desarrollo en muchas ocasiones se ven encontrados, colisionan. Quizás este es un claro ejemplo, como lo puede ser la edad adecuada para dar el primer móvil a nuestros hijos. Es evidente que no todas las familias realizan la labor de mediación digital con la misma pericia y dedicación y que cada persona y sus circunstancias son únicas. También resulta claro que las restricciones basadas en la edad de la persona menor suponen una barrera inequívoca, libre de interpretaciones. Así, para poder responder a si los 16 años es la edad adecuada habría que resolver otras cuestiones:
¿La privación de redes sociales en edades tempranas afecta significativamente a su mejor desarrollo? Posiblemente no, o no en la medida suficiente para compensar sus potenciales efectos negativos.
¿Cabría la posibilidad de implementar medidas alternativas que redujeran los efectos nocivos de las redes sociales en las personas menores y, en consecuencia, disminuir la edad de inicio? Posiblemente sí, con esfuerzo y de forma coordinada entre familias, plataformas del sector e instituciones.
No es fácil la respuesta, pero es positivo el debate y la reflexión que, esperemos, no se convierta en polarización y en un arma arrojadiza.
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