Opinión

“Ecos de Joyali: una tragedia que el mundo no debe olvidar"

Entre el 25 y 26 de febrero de 1992 tuvo lugar la masacre de Jóyali. El episodio, que se se cobró la vida de 613 civiles azerbaiyanos, tuvo lugar durante la Primera Guerra de Karabaj (1992-1994), un conflicto impulsado por las reclamaciones territoriales de Armenia

La ciudad de Joyalí contaba con aproximadamente 7.000 habitantes antes del conflicto
La ciudad de Joyalí contaba con aproximadamente 7.000 habitantes antes del conflictoArchivo

La ocupación y la limpieza étnica de la región de Karabaj de Azerbaiyán y de sus siete distritos circundantes, perpetradas por las fuerzas armadas de Armenia a principios de los años 90, implicaron atrocidades inconmensurables y violencia extrema. Ante la dificultad de expulsar a 700.000 personas de sus hogares, los líderes armenios recurrieron al uso de la fuerza. La limpieza étnica, llevada a cabo por las fuerzas armenias a lo largo de los años, provocó numerosas tragedias humanitarias, siendo la más devastadora la masacre de civiles en Joyalí, una ciudad de la región de Karabaj, en Azerbaiyán, perpetrada en la gélida madrugada del 26 de febrero de 1992.

En la noche del 25 al 26 de febrero de 1992, Joyalí se convirtió en el escenario de una de las atrocidades más horrendas de finales del siglo XX. Esta masacre fue perpetrada por las fuerzas armadas de Armenia durante la Primera Guerra de Karabaj (1992-1994), un conflicto impulsado por las reclamaciones territoriales de Armenia y la ideología de la “Gran Armenia”. La matanza, que se cobró la vida de 613 civiles azerbaiyanos, entre ellos 106 mujeres, 63 niños y 70 ancianos, sigue siendo una herida profunda en la conciencia nacional de Azerbaiyán. Hoy, mientras Azerbaiyán reflexiona sobre esta tragedia, los recientes juicios contra los ex separatistas de Karabaj, que participaron en operaciones terroristas contra Azerbaiyán a principios de los años 90 y en los años posteriores, marcan un esperado paso hacia la justicia.

La mayor masacre del conflicto de Karabaj

Joyalí, una ciudad con aproximadamente 7.000 habitantes antes del conflicto, era de gran importancia estratégica debido a su proximidad al único aeropuerto de la región y su ubicación cercana a las carreteras que conectaban Shushá, Jankendí y Agdam. A fines de 1991, la ciudad fue rodeada por fuerzas armenias, aislada de las rutas terrestres y sometida a un bloqueo implacable. Se cortaron los suministros de electricidad, gas y agua, dejando a la población en una situación de extrema vulnerabilidad. En la fatídica noche de febrero de 1992, las fuerzas armenias, con apoyo del 366.º Regimiento de Fusileros Motorizados de la ex Unión Soviética, bajo el mando directo de Moscú, lanzaron un feroz asalto. Tras un intenso bombardeo de artillería, asaltaron la ciudad, atacando a los civiles con una crueldad despiadada.

Los supervivientes de la tragedia describen escenas espeluznantes: familias tiroteadas mientras huían por los bosques nevados; cuerpos mutilados y torturados. Las cifras oficiales indican que 1.275 personas fueron tomadas como rehenes y 150 siguen desaparecidas hasta el día de hoy. La magnitud y brutalidad de la violencia (con informes de decapitaciones, descuartizamientos y el uso de armas prohibidas) llevaron a numerosos observadores internacionales a calificar los trágicos acontecimientos como un genocidio, término que refleja la eliminación sistemática de un grupo étnico. Human Rights Watch calificó la matanza como la “mayor masacre” del conflicto de Karabaj, atribuyendo la responsabilidad directa a las fuerzas armenias.

Desde la perspectiva de Azerbaiyán, la masacre de Joyalí no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia más amplia de limpieza étnica para expulsar a los azerbaiyanos de los territorios soberanos de la República de Azerbaiyán. La ocupación de la región de Karabaj y de siete distritos circundantes originó el desplazamiento de cientos de miles de personas, creando una crisis humanitaria que Azerbaiyán ha enfrentado durante décadas. Algunos líderes armenios de la época reconocieron la intención deliberada de perpetrar una limpieza étnica con el uso de la fuerza y la violencia. Por ejemplo, Serzh Sargsyan, expresidente de Armenia (2008-2018) y comandante militar durante la Primera Guerra de Karabaj, declaró posteriormente en una entrevista con el periodista británico Thomas de Waal que la masacre rompió el “estereotipo” de que los armenios no harían daño a los civiles, lo que demuestra una estrategia deliberada de terror. Aún más impactantes fueron las declaraciones de Levon Ter-Petrosyan, entonces presidente de Armenia y uno de los ideólogos de la ocupación, quien afirmó: «Armenia y Nagorno Karabaj resolvieron un problema de 600 años limpiando completamente el territorio de otras etnias (refiriéndose a los azerbaiyanos)».

Reclamo de reconocimiento y justicia

Para los azerbaiyanos, el genocidio de Joyalí es más que un hecho histórico: es un trauma colectivo que configura su identidad y su visión del mundo. Azerbaiyán ha trabajado incansablemente para lograr el reconocimiento internacional de este crimen de lesa humanidad, comparable a las atrocidades de Katyn, Hiroshima o Srebrenica. Más de 15 países, entre ellos Pakistán, Turquía y México, así como 28 estados de EE.UU., han reconocido la masacre, utilizando el término “genocidio” en sus resoluciones. La campaña “Justicia para Joyalí”, encabezada por la Fundación Heydar Aliyev, ha organizado exposiciones y actos conmemorativos en todo el mundo para sensibilizar a la comunidad internacional y evitar que las víctimas sean olvidadas.

Juicios contra los separatistas armenios

Enero de 2025 marcó un avance significativo: en Bakú comenzaron los juicios contra 16 exfuncionarios del régimen separatista, derrocado en septiembre de 2023 tras la operación antiterrorista de Azerbaiyán. La celebración de estos juicios marca un momento crucial en la valoración jurídica de los crímenes perpetrados en la década de 1990, incluida la masacre de Joyalí. Los fiscales azerbaiyanos han acusado a los detenidos de genocidio, crímenes de guerra y participación en una entidad armada ilegal. Entre ellos, Vagif Khachaturyan y Rashid Beglaryan fueron condenados a 15 años de prisión en juicios celebrados en 2023 y 2024, respectivamente.

El desarrollo de estos juicios es fundamental no solo para castigar a los perpetradores, sino también para garantizar que Armenia reconozca estas atrocidades y ofrezca garantías contra futuras agresiones.

* Vasif Huseynoves director de departamento en el Centro de Análisis de Relaciones Internacionales (Centro AIR) y profesor adjunto en la Universidad Khazar y la Universidad ADA en Bakú, Azerbaiyán