Europa

Lisboa

Las costuras del Madrid de posguerra

La serie de Antena 3, con una media de 4,8 millones de espectadores en noviembre, aborda su recta final mostrando al espectador una capital malherida que contrasta con la Lisboa más cosmopolita

En la imagen, un grupo de peatones cruza la calle Alcalá en la confluencia con la Gran Vía en 1940.
En la imagen, un grupo de peatones cruza la calle Alcalá en la confluencia con la Gran Vía en 1940.larazon

En el tablero de la II Guerra Mundial se jugaron muchas partidas simultáneamente. A miles de kilómetros de los frentes de guerra con los que Hitler pretendió romper las costuras de Europa, Madrid y Lisboa se convirtieron en unas ciudades estratégicas. Posiblemente reunían el mayor número de espías por metro cuadrado. Ésos serán los territorios donde se moverá Sira Quiroga en la recta final de la serie «El tiempo entre costuras». La protagonista ha perdido su identidad. Es una espía que se ha metamorfoseado en la marroquí Arish Agoriuq, una modista viajada y exótica que tiene la misión de sonsacar información a las esposas de los nazis y otras mujeres de hombres afines al régimen que apenas salían de las cuatro esquinitas que marcaban el barrio de Salamanca, la Castellana, el salón de té Embassy, el parque del Retiro y el Paseo del Prado. Junto a Sira-Arish los espectadores están descubriendo un Madrid inédito o al menos poco transitado por la literatura y el cine. Por no hablar de una de las épocas de mayor esplendor de Lisboa, a la que la II Guerra Mundial la convirtió en una ciudad cosmopolita donde convivían y conspiraban espías, exiliados, vividores desposeídos de sus prebendas...

Inspiración en Garbo y Dietrich

Si rodar en Tánger y Tetuán trajo consigo problemas de intendencia, los responsables de «El tiempo entre costuras» sabían que plasmar ese Madrid malherido con las cicatrices de la guerra aún abiertas en canal no iba a ser más sencillo. Por una razón tan complicada como obvia: muchos de los espectadores tienen aún guardado en el disco de su memoria aquellos escenarios. «Era un reto que asumimos y para el que había que documentarse muy minuciosamente. Cualquier fallo podría restar credibilidad a la trama», dice Goyo Quintana, director general de Boomerang TV, productora de la serie. Iñaki Mercero, que ha dirigido la mayoría de los episodios, lo corrobora. «Las localizaciones fueron más difíciles de encontrar. La mayoría de las fachadas de los edificios tienen antenas, aparatos de aire acondicionado, que no eran fáciles de borrar digitalmente». ¿La solución? Recrear exteriores de Madrid en Guadalajara, que «tiene una arquitectura antigua que se adaptaba bastante a lo que necesitábamos», dice Mercero, cafeterías de Madrid que aún atesoran el sabor de aquella época; el parque del Retiro, «que sigue siendo un lugar atemporal»; un palacete de la calle Miguel Ángel casi derruido que acondicionaron para la ocasión, la calle Españoleto... «En el capítulo de hoy, hay una fiesta de Año Nuevo a la que acude Sira que visualmente es espectacular», apunta Mercero. «En ella se muestra un glamour impensable en aquellos años de penurias». El director también recomienda a los espectadores no perder de vista el traje que luce Sira, con el que la diseñadora de vestuario Dina Daigeler da el do de pecho. Para esta etapa de la vida de la protagonista, Daigeler tuvo muy claras sus fuentes de inspiración: las grandes estrellas del Hollywood clásico, desde Marlene Dietrich a Greta Garbo, pasando por Rita Hayworth, aunque tampoco hay que olvidar las referencias de diseñadoras como Chanel y Elsa Schiaparelli. Quizá el modelo adaptado más inesperado fue el de la ex jequesa de Qatar. Adriana Ugarte, ya reconvertida en Arish, hace una entrada espectacular en el Hotel Palace, aunque para rodar esa escena se utilizó la terraza del Ritz con un turbante deudor del estilismo que lució la jequesa durante la visita oficial que realizó junto a su esposo a España en 2011. «Al espectador le queda ver una parte apasionante, la evolución de Sira; cómo va creciendo en tanto espía, convirtiéndose en una mujer muy sofisticada, y también desarraigada, su viaje a Lisboa y su encuentro, por fin, con el amor», anticipa Mercero. Con una media de audiencia del 25,2 por ciento de cuota de pantalla y más de 4,8 millones de espectadores en noviembre, «El tiempo entre costuras» devuelve a la televisión un concepto que ya estaba muy descafeinado: que un programa, o una serie, se convierta en un «evento». «Con tanta oferta televisiva, el espectador ya no es tan fiel como antes» –afirma Goyo Quintana–; «las series de largo recorrido, más tarde o más temprano empiezan a decaer. Pero ''El tiempo entre costuras'' sí ha conseguido convertirse en un evento. El espectador sabe que van a ser sólo once capítulos y hay un plus de calidad no sólo en las interpretaciones, ahí está el vestuario, la banda sonora, la iluminación...». Desde la lectura del libro en el que se basa la serie, hasta su concepción, Quintana era muy consciente de que la ficción iba dirigida, en un principio, «a un público femenino y con una edad madura que exigía otro ritmo narrativo, más pausado, que no lento, que se pudiese consumir lentamente, como un dry Martini». Pero el público joven también ha engordado las cifras de audiencia. «Es lo que te decía de lo que ocurre cuando un programa se convierte en un evento, atrae a todo tipo de espectadores. Y es que, además del tirón del libro de María Dueñas –que ha vuelto a irrumpir en la lista de los libros más vendidos desde que se estrenó la serie– y de Adriana Ugarte, el espectador está valorando que se está ofreciendo un buen producto, en el que se han cuidado todos los detalles con mimo», concluye Quintana.

La capitaldel espionaje

Lisboa, Cascais, Estoril... Ésos fueron algunos de los puntos neurálgicos del espionaje durante la II Guerra Mundial y a los que Sira Quiroga (en la imagen en el capítulo que veremos hoy) llega tras un viaje en el mítico Lusitania Express. «Las autoridades lusas nos lo pusieron sencillo. Durante una jornada tuvimos la Plaza del Comercio –el epicentro de la vida lisboeta– cerrada para rodar, nos facilitaron tranvías de la época...», dice Mercero, que subraya el trabajo de iluminación. También se rodó en el Casino de Estoril y en el hotel Do Parque, «que todavía conserva esa vida decadente de la clase alta exiliada allí». Frente al exotismo de Tánger y Tetuán, la Lisboa más elitista.

Escenografía cuidada

Los detalles. Para recrear con fidelidad los escenarios de la serie el equipo filmó en el Retiro, alguna cafetería que se conserva y en un palacete de la calle Miguel Ángel. En la imagen, un grupo de peatones cruza la calle Alcalá en la confluencia con la Gran Vía en 1940.