Personas con discapacidad
El arte, una receta para la esperanza y la superación
Los artistas de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie encuentran en sus obras una forma de expresión y una forma de terapia para el día a día
La luz, la fuerza, el consuelo, la motivación... pueden llegar por medio de muchas fuentes. No obstante, para un grupo muy especial de personas proviene de la que seguramente sea la más bella de todas: el arte. A través de multitud de materiales y soportes, los artistas integrantes de la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie realizan sus obras con el objetivo de ganarse la vida con su trabajo y no depender de la caridad de los demás para subsistir.
Conocida tradicionalmente bajo el nombre de «Artis muti», desde hace 66 años esta Asociación deja en los buzones reproducciones de las creaciones de estos artistas, todos ellos con algún tipo de discapacidad, ya sea por enfermedad o tras haber sufrido un accidente, y que no pueden utilizar sus manos y por ello deben pintar con la boca o el pie.
Actualmente, está compuesta por más de 800 artistas repartidos por un total de 72 países diferentes. Todos los miembros de la Asociación reciben un salario en función de su nivel artístico –la mayoría son admitidos en un principio como becarios, y van ascendiendo de nivel cuando demuestran una mejoría en sus obras determinada por un tribunal artístico independiente–, lo que les permite vivir exclusivamente del trabajo que desempeñan.
Los becarios aprenden a pintar en academias o con profesores particulares gracias al apoyo económico de la asociación, y cuando alcanzan un nivel artístico alto pueden convertirse en miembros, que gozan de un sueldo mensual de por vida, incluso si han dejado de pintar por culpa de su discapacidad.
Decenas de historias de superación
Jesús David Sánchez nació en 1992 en Cúcuta (Colombia), con una enfermedad denominada focomelia (falta de extremidades superiores) debido a un medicamento que tomó su madre durante el embarazo. Hoy en día es completamente autónomo, pero desde muy niño «tuve que hacer las cosas con mis pies, que se convirtieron en mi herramienta para el desarrollo: estudiar, comer, coger el lápiz...». Lo primero fue «aprender a caminar, porque como no podía gatear carecía del equilibrio que dan los brazos». En este proceso sus padres fueron fundamentales porque «no me cohibieron, al contrario».
Entró en la Asociación en Colombia en 2006, a los 12 años. «El arte entró en mi vida como un hobby, era una herramienta para distraerme. Conocí a un compañero de la asociación que pintaba y me habló de este maravilloso proyecto, donde nos dan recursos, nos capacitan y nos permiten tener una proyección más integral», explica. «Con ellos tuve la oportunidad de viajar por Suramérica, estuve en Argentina en un encuentro de artistas. He expuesto en el museo nacional de Buenos Aires», señala. Luego vino a Madrid a estudiar, tiene un máster en Arte, Museos y gestión de patrimonio histórico. Y se ha quedado en España.
«El arte me aporta el poder canalizar lo que deseo expresar, poder comunicar, dejar un mensaje de resiliencia y superación. Yo creo que todos tenemos un propósito en la vida, y que tenemos que descubrirlo. El mío es inspirar, poder llegar a través del arte, del color, de la forma, a las personas. Y transmitir ese mensaje de esperanza», destaca Jesús.
De personalidad inquieta, tiene hobbies asombrosos para su situación, como montar en kayak o el surf. También toca el piano, y es docente de Bellas Artes en la Universidad de Pamplona en Colombia. Esas inquietudes se reflejan también en su obra, ya que en la pintura le gusta trabajar con diferentes formatos y dimensiones: «El muralismo me apasiona. Es interesante ver las diferentes dimensiones del arte. Considero que no hay límites, el arte es sensorial, emocional, a la hora de plasmar no importa el material o el escenario, con tal de disfrutarlo y ser feliz con lo que haces».
Lo que más aprecia de la Asociación es el «valor artístico, humano, que tienen los compañeros, en general todo el equipo, es de talla profesional. Soy de los más jóvenes, la mayoría llevan 20, 30 ó 40 años aquí... los admiro, los respeto mucho, tienen un gran mérito. A través del arte, del color, de la forma... lo que queremos es transmitir el mensaje de que es posible ser feliz a pesar de las adversidades. Cada día es un día de esperanza para luchar por lo que queremos», concluye.
Marta de Frutos tenía 25 años cuando quedó tetrapléjica tras sufrir un accidente de tráfico en 1996, sin posibilidad de mover los brazos ni las piernas. Era trabajadora social, pero solo había llegado a ejercer como voluntaria. Tras el accidente fue a rehabilitación a la Fundación de Lesionado Medular, donde había talleres de pintura. En una exposición en el aeropuerto de Barajas tomó contacto con la Asociación de Pintores con la Boca y con el Pie, y la dieron la beca. Marta pintaba desde pequeña, había dado clases en una academia. Pero cuando en la Fundación la propusieron retomarlo como parte de la rehabilitación «al principio no me hizo mucha gracia pintar con la boca, me dio rabia, incluso sentí odio» ante la situación, confiesa. Sin embargo, la experiencia la acabó gustando y retomó la pintura.
Cuenta a LA RAZÓN que «el primer cuadro es el que más me gusta, es en el que se ve cómo empiezo (esa rabia) y cómo lo termino, como acariciando el cuadro». Al principio pintaba media hora o una hora, pero ahora «ya puedo estar 4 o 5 horas seguidas. Según cómo me encuentre», destaca.
Marta explica qué significa para ella la pintura: «Para mí es mucho, es una evasión total, la independencia que perdí con la lesión la encontré en la pintura. Puedo expresar mis sentimientos, mis emociones». Sin la pintura todo habría sido más difícil de llevar, confiesa, «con ella puedo ser más independiente, libre». Y por ese motivo está muy agradecida a la asociación: «Tengo una profesora, le debo mucho porque me ha hecho evolucionar mucho como artista. El objetivo es que pueda vivir de esto» y conseguir «que valoren el trabajo y el esfuerzo», por lo que le gustaría participar en más exposiciones «para que la gente conozca mi obra».
Un caso muy especial es el de José Luis Mora, de 33 años, que padece artogriposis múltiple congénita que le impide mover las manos y los pies. Sin embargo, eso no le ha impedido llegar a pintar en el Museo del Prado.
En su momento José Luis se convirtió en el primer niño de España en ingresar en la Asociación, hace ya 22 años. Recibir la beca para él fue fundamental porque le permitió «formarme en mi casa con otros profesores de forma más independiente» a como lo hacía, en la Casa de la Cultura de Colmenarejo, su pueblo. «A partir de entonces he ido variando de profesores porque cada uno te enseña hasta donde puede o sabe, y gracias a ello he logrado hasta ir al Prado a pintar». Tras presentar un dossier en la pinacoteca con su biografía y obras realizadas le dieron bandera verde para pintar lo que quisiera en una de sus salas. Él se decidió por «Saturno devorando a su hijo» de Goya. Y la experiencia no ha podido ser más positiva: «La gente te pregunta, te sigue en redes sociales, te anima... Se quedan mirando un ratito, luego te dan las gracias...». Durante su trayectoria ya ha realizado varias exposiciones, «con la asociación, en solitario, con amigos, de hecho haremos otra en Torrelodones para abril-mayo, con lo cual estoy bastante contento», dice.
El presidente de la APBP en España desde 1997, Ricardo Charfolé, explica que la pintura se utiliza de forma terapéutica: «Buscamos que los artistas tengan una ocupación durante todo el día y que se dediquen profesionalmente a la pintura».
En este sentido, la asociación rechaza las subvenciones «porque nuestro propósito es poder ser plenamente independientes».
Charfolé destaca que, al ser tan conocida, la mayoría de las veces son los propios interesados los que se ponen en contacto con ellos. «Vamos a visitarles y les hacemos una prueba», y posteriormente un informe resume las cualidades del candidato o candidata. Al ser casos tan extremos, en España tan sólo hay 35 becarios y un miembro, cuando «los artistas tienen una técnica cuyas obras no difieren a las de los profesionales con las manos».
Sobre su experiencia en estos años, subraya que «lo que me gustan son las historias humanas. Hay muchas enfermedades sobrevenidas o accidentados, y es algo tremendo ponerse a pintar desde cero. Esas historias de superación me motivan y emocionan. Me encanta trabajar en esta asociación y ayudarles en todo lo posible», considera.
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