Tiempo libre

A ciegas para sobrevivir en un Madrid postapocalíptico

Así es el primer «escape room» a oscuras de España concebido para fomentar un ocio inclusivo con los ciegos.

Laura, ciega, en «The Darkest Room». Fotos: Alberto R. Roldán
Laura, ciega, en «The Darkest Room». Fotos: Alberto R. Roldánlarazon

Así es el primer «escape room» a oscuras de España concebido para fomentar un ocio inclusivo con los ciegos.

Estamos en el año 2157, en Madrid, atrapados en un futuro distópico postapocalíptico fruto de un desastre nuclear ocurrido en el siglo actual. Los ciudadanos se han visto obligados a refugiarse bajo tierra, en los túneles del metro, donde el acceso a la luz y el oxígeno están limitados. Un Gobierno tiránico controla a los habitantes, les esclaviza y les privan de los recursos primarios vitales. Sin embargo, algunos valientes son capaces de poner su vida en riesgo para derrocar esta dictadura, eso sí, a ciegas, porque no hay luz. En la puerta de «La Madriguera» nos recibe el «suboficial» Víctor Arcas, nuestro compinche e ideólogo junto a otras dos socias de este novedoso «Escape Room» que acaba de ver la luz (viva las contradicciones) en Madrid. La moda de los juegos de escapismo han hecho que estos proliferen a un ritmo arrollador. En España hay más de medio millar de este tipo de empresas con una propuesta de más de 800 aventuras diferentes, aunque «The Darkest Room» supone una vuelta de tuerca hasta lo ahora visto: es el único que se realiza totalmente a ciegas. Por un lado, la propuesta pretende hacer de este handicap algo más retador para las personas con visión al tiempo que una propuesta novedosa e inclusiva para los ciegos. «Es algo único, un proyecto que empezamos a idear hace más de un año tres amigos. Teníamos un conocido que estaba perdiendo la visión y eso nos concienció sobre el tema, queríamos hacer una aventura en la que por un momento todos pudiéramos experimentar ciertos aspectos de la vida de un ciego», afirma Arcas, que dejó su trabajo como publicista para meterse de lleno en esta apuesta de ocio. Él es quien recibe en la puerta a los grupos de no más de cinco personas que contratan la actividad (la cual tiene un precio de entre 16 y 22 euros por persona), contextualiza y da las instrucciones. Explica los mecanismos de los candados que deberán utilizarse por el recorrido, las bisagras y, lo que es más importante, el objetivo: conseguir una información clave para derrocar al gobierno, lo que denominan «el secreto del Estado de “La Madriguera”». ¿Cuál es esa información? «Lo sabrán en su momento, seguid vuestra intuición y haced caso a vuestros sentidos», dice Arcas. Durante toda la aventura, que dura unos 70 minutos, los sentidos del olfato, el tacto y el oído serán los salvadores. «Los primeros diez minutos son los peores, la gente que tiene visión lo pasa un poco mal, algunos se agobian, se ponen nerviosos, pero según pasa el tiempo se van acostumbrando y olvidan del tema», explica el «suboficial». Nos encontramos con Laura, una ciego que es la segunda vez que viene a «The Darkest Room». «Un amigo ciego me habló de ello y me apunté enseguida, hice un grupo de Whatsapp y nos vinimos cinco amigos ciegos. Nosotros estamos acostumbrados a realizar actividades adaptadas, es decir, hechas para videntes y con parches para ciegos. Ocio en el que estemos en nuestra zona de confort no hay, bueno, aquí sí lo he encontrado», relata. Y es que en este «Scape Room» o agudizas tus otros sentidos o «estás muerto». La clave reside en tocar, escuchar, oler y así hallar las pistas que te llevan hasta la salida. «El hecho de que haya gente que piense de esta manera en nosotros, que a través de una actividad a ciegas puedan conocer el modo en el que tú ‘’ves’’ las cosas es algo maravilloso; un tipo de ocio en el que la vista no es importante», recalca. La primera dificultad, y con la que cuentan con ventaja los ciegos en estas pruebas, es la identificación del espacio. «Te encuentras perdido, no sabes muy bien qué hacer, da un poco de vértigo y claustrofobia. Luego vas adaptándote, pero es complicado. Me parece un juego interesante porque más allá de ser un entretenimiento, significa en parte meterte en la piel de un ciego», dice Pilar, que acaba de probarlo. Laura no está del todo de acuerdo con esta apreciación. «No es meterse en nuestra piel, porque nunca vais a estar años sin visión y, por esto, “The Darkest Room’’ es mucho más angustioso para vosotros. Pasáis de verlo todo a no ver nada, eso supone una descolocación total, ya que te han quitado la fuente principal de información. Ése es vuestro handicap, debéis emplear un tiempo de adaptación que nosotros no necesitamos», argumenta mientras su perra guía, Iglú, se tumba en el suelo. Esta estudiante de Fisioterapia de 21 años cuenta que ella es capaz de saber las dimensiones de una habitación nada más entrar en ella. «Solo hay que prestar atención a la reverberación del sonido. Pero no penséis que todos los ciegos somos iguales, hay quienes tienen mejor o peor sentido de la orientación, igual que con los videntes», asegura entre risas.

SIN SUSTOS

Ella superó con éxito el reto a ciegas, incluso, la segunda vez «salía y entraba del “scape’’ a mi antojo», presume. Para Laura lo que ocurre es que la gente prioriza la vista sobre el resto de los sentidos. «No los desarrolláis, yo no soy más lista, solo que hago caso a aspectos que vosotros pasáis por alto. Si a una persona le privas de la visión empezará a percibir el aire, el rebote en las paredes, escucharéis ruidos más lejos, es decir, os estaréis abriendo a muchos más estímulos», añade. «Aunque ésta sea una actividad en la que no hay sustos, vas con un poco de miedo ante lo que vaya aparecer», insiste Pilar, licenciada en Ingeniería Industrial. Ella confiesa con rabia que no consiguieron superar el reto. «Que venga a practicar esto un ciego es algo normal, por eso quise que vinieran conmigo videntes, me lo pasé muy bien, y además les di las gracias porque me parece que en el fondo es tener “los huevos’’ para hacer la experiencia. Uno de mis amigos estaba rayadísimo y me dijo al terminar el circuito que hay ciegos que transmitimos más seguridad que otros en el mismo entorno, eso me sorprendió», apunta Laura. Y es que en este juego es fundamental la capacidad de sincronización entre los participantes. La comunicación constante y el trabajo en equipo es condición sine qua non para avanzar. Hasta el momento son más de 1.000 personas las que lo han probado, la mayoría videntes, y Arcas y sus socias piensan ya en nuevas rutas paralelas en el mismo edificio. «Está funcionando muy bien, aunque para que nos salga rentable el negocio debemos ampliar las salas, ahora es para grupos muy reducidos», dice. La inversión les ha costado más de 50.000 euros «y mucha ayuda voluntaria de nuestras familias. Hay que aumentar el volumen de negocio para conseguir beneficios», reconoce. Demanda no les va a faltar. A los 70 minutos de probar la experiencia, nos saltan las alarmas, no hemos conseguido la misión y el Gobierno tirano nos localizó. ¿Cuál será la misteriosa información que nosotros no hemos conseguido desentrañar?

¿CÓMO ES LA MADRIGUERA?

The «Darkest Room» es un espacio de 130 metros cuadrados, pero solo tiene habilitada, por el momento, una sala: «La Revolución de los Murciélagos». La aventura comienza nada más abrir la puerta exterior. Diversos montajes del Madrid apocalíptico –aviones empotrados frente al mítico edificio Schweppes, una Cibeles destruida o una entrada de Metro taponada por escombros– se fusionan con audios en español e inglés un tanto angustiosos que sirven de ambientación. Grabadoras, candados, barrotes, jaulas y despachos conforman el resto del atrezzo que los más atrevidos solo serán capaces de palpar. Ojo, no todo es lo que parece.