papa-benedicto
Una batalla abierta hasta el último minuto contra los abusos
Ratzinger se defendía en estos días por supuesto encubrimiento
La lacra de los abusos sexuales se ha impuesto como una losa a lo largo de la trayectoria de Joseph Ratzinger. Como prefecto de la Doctrina de la Fe en la era Wojtyla comenzaron a llegar los primeros expedientes que hasta entonces permanecían orillados y silenciados. Sin embargo, el «ministro» alemán fue el primero en dar un golpe sobre la mesa de Juan Pablo II para reaccionar con contundencia ante la que hoy se ha convertido en la mayor crisis de credibilidad de la Iglesia.
Se llegó a comentar incluso que Ratzinger habría dado un ultimátum al Papa polaco para afrontar de cara el caso de Marcial Mariel, fundador de los Legionarios de Cristo, que llegó a convertirse en amigo personal de Juan Pablo II. Respaldado en aquel momento por su jefe, inició entonces la primera cruzada contra la pederastia eclesial que asentaría a lo largo de su pontificado como Benedicto XVI y al que Francisco está dando su impulso definitivo.
Sin embargo, lo que no imaginó es que esta batalla le acabaría salpicando. La auditoría externa llevada a cabo en la archidiócesis de Múnich y Freising, donde fue arzobispo entre 1977 y 1982, denunció inacción por su parte al destaparse cuatro casos de abusos. El Papa emérito negó la mayor, pero el caso ha acabado en los tribunales.
De hecho, el pontífice alemán mostró su intención de declarar en el juicio y, dado su estado de salud, se le ha permitido presentar un escrito de defensa sin necesidad de testificar personalmente. El Tribunal Regional de Traunstein, en Baviera, le dio de plazo para enviarlo hasta el próximo 24 de enero. Una vez recibida la documentación, la Fiscalía tendrá que valorar si continúa o no con la imputación de Benedicto XVI en el proceso. Si Ratzinger no hubiera dado este paso, se le habría declarado en rebeldía.