Opinión
Parir en el mar
No hay nada más fascinante para mí que ver parir a una hembra de mamífero. He visto parir en vivo a vacas, perras, gatas y ovejas. También a muchas mujeres, incluidas mis hermanas. Como he contado alguna vez, comencé a trabajar como Auxiliar de Clínica en la Maternidad de O’Donell con diecisiete años y allí, sin saber aún cómo era una vagina, ayudé a parir a algunas chicas atemorizadas que me agarraban la mano fuertemente. Ver salir a la criatura, observar cómo la tomaba su madre, ir a decirle al padre que había tenido un retoño sano, es el recuerdo más emocionante que tengo de aquella experiencia. Ya no he vuelto a ver un parto en directo, pero me sigue alucinando verlo en videos. Ayer vi el de la chica que se fue a parir al mar en Nicaragua. Allí, en la orilla, ella sola de cuclillas apretando con la música de las olas. Qué hermosura, qué envidia. Para mí que, siendo madre, solo he parido en sueños, ese doloroso milagro es pura felicidad. La carita de la pareja del mar en su selfi también lo refleja. Ha sido ferozmente criticada esta madre en las redes. Las madres son siempre una diana perfecta contra la que disparar. Pero se olvidan los censores de las atrocidades que se han hecho con la vida de las mujeres y su maternidad. No saben el inmenso número de ellas que aún mueren en partos en los países en desarrollo. No conocen tampoco que hasta mediados del siglo XIX en las maternidades de nuestra Europa, alrededor de un 18% de madres recién paridas morían de fiebres puerperales. Una infección letal provocada por las manos sin lavar de aquellos obstetras que las metían en su cuerpo. A día de hoy la mortalidad materna esta infraestimada en España y no existe un registro que la contabilice. Vuelvo mirar a la mujer pariendo en una postura natural, confiada, pletórica, y siento la caricia del mar en mi corazón.
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