Jaque a los antivacunas
Francia exigirá el certificado de vacunación en bares y transportes
El Gobierno francés obliga también a los profesionales sanitarios a vacunarse antes del 15 de septiembre
La vacunación generalizada en Francia no será obligatoria pero se queda a las puertas. La presión para los que no decidan vacunarse irá creciendo en las próximas semanas con cada vez más actividades socioculturales que requieran presentar el pasaporte sanitario: desde ir a tomar un café o al cine e incluso en otros ámbitos como los transportes.
Así lo ha anunciado este lunes por la noche el presidente Macron, en un discurso solemne televisivo a medio camino entre la prudencia ante la amenaza de la variante Delta del virus, que se va extendiendo por todo el país, y un medido optimismo de relance económico que pretende afianzar sus opciones de reelección dentro de diez meses en las elecciones presidenciales. “Cuanto más vacunemos, menos espacio dejamos para que el virus se difunda”, ha repetido el jefe del Estado como piedra angular de su mensaje.
En los últimas semanas, Francia vive instalada en un profundo debate ético y social sobre si la vacunación masiva debe ser obligatoria impulsado por algunas voces científicas. A ello contribuye la peligrosa encrucijada de un “techo de cristal” de bolsas de población escépticas que no quieren vacunarse en un país ya abierto sin casi restricciones en el que la variante Delta se ha convertido en mayoritaria desde hace unos días.
En este contexto, Macron ha anunciado que el personal sanitario y quienes trabajen con personas frágiles, como los empleados de residencias de ancianos, tendrán la obligación de vacunarse antes del 15 de septiembre, y a partir de entonces habrá sanciones para quienes no lo hagan. Las reuniones con los representantes médicos estos días han ido allanando el terreno para una imposición que ha querido evitarse hasta ahora, pero que el presidente ha presentado como inevitable para evitar una posible cuarta ola ante la creciente presencia de la variante delta.
A principios de este mes, y pese a haber podido acceder a ellas desde hace varios meses, solo en torno al 60 % del personal sanitario habían recibido una de las dos dosis. El porcentaje de sanitarios con ambas pautas en residencias y hospitales no llegaba al 50 %. “No podemos aceptar que haya focos de contagio de sanitarios que contaminen a sus pacientes”, había anticipado la semana pasada Alain Fischer, responsable de la estrategia de vacunación del Ejecutivo.
El deterioro de la situación epidémica en Francia en las últimas semanas, con un incremento de casi 1.500 contagios diarios más de media desde la semana pasada, ha llevado a Macron a endurecer el tono contra quienes aún se muestran escépticos con las vacunas . En este contexto, el mandatario ha anunciado una batería de medidas que hacen que en la práctica, aunque la vacunación general no sea obligatoria, sí lo sea de facto para llevar una vida normal.
A partir del 21 de julio, el pasaporte sanitario, que hasta ahora es obligatorio para acceder a discotecas pero también a grandes eventos sociales o deportivos con más de 1.000 personas, se exigirá para acceder a lugares culturales donde se reciba a más de 50 personas. En agosto, la prueba de inmunidad o de haber recibido la pauta completa de la vacuna se requerirá también a mayores de 12 años en cafés, restaurantes, bares, autobuses y trenes de largo recorrido, y aviones, una forma de incitar a los más escépticos a vacunarse y dar un nuevo empujón a la campaña.
Además, las PCR y test de antígenos, que hasta ahora eran reembolsadas por la Seguridad Social, pasarán en otoño a ser de pago salvo en el caso de que sean prescritas por un médico. “La vacunación no será obligatoria para todo el mundo, pero la vamos a promover para que el mayor número (de personas) se vacune”, ha resumido Macron.Políticamente para Macron, tras su fiasco en las elecciones regionales hace dos semanas, supone volver a poner la crisis sanitaria en el centro, dos meses y medio después de haberse dirigido por última vez a la nación para establecer el calendario del desconfinamiento, y cuando pretendía al fin centrar sus últimos diez meses de Gobierno, antes de la campaña electoral, en la recuperación económica. Eso sí, el presidente ha remarcado en el último tramo del discurso que no renuncia a su agenda de reformas para el país frenado en seco por la crisis sanitaria. La reforma del desempleo entrará en vigor en octubre y la más polémica de todas, la de retrasar la edad de jubilación, se pondrá de nuevo en marcha como proyecto en cuanto la crisis sanitaria quede resuelta según ha declarado el propio mandatario, algo que ya parece complicado en lo que queda de quinquenio.
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