CSIC

Investigación «made in Spain» al servicio de la microbiota y la salud infantil

El CSIC avanza en proyectos pioneros que mejoran la microbiota, aumentan la ingesta de fibra o reducen las alergias en niños

Un día dentro del CSIC para descubrir cómo la ciencia encara los retos de la infancia en España
Detalle del proceso de hidrolización en los laboratorios del CSICLorenzo Plana CSIC

Adentrarse en cualquiera de los laboratorios que forman parte del vasto engranaje del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de nuestro país resulta una aventura imposible de rechazar para cualquiera. La experiencia merece la pena, ya que permite entender, y casi palpar con la yema de los dedos, la pasión y el sacrificio con los que trabajan, a partes iguales, los miles de investigadores de nuestro país.

Horas de esfuerzo y dedicación se agolpan entre las cuatro paredes del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), centro mixto de titularidad compartida entre el CSIC y la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Pero esas mismas paredes también son testigo de las alegrías que regalan los prometedores resultados que está logrando la ciencia que aquí se realiza. Así lo pudimos percibir el pasado jueves gracias a la celebración de una nueva edición de los Itinerarios Cicerón centrada en la infancia, «una iniciativa diseñada para vivir durante un día el CSIC desde dentro, porque queremos visibilizar el trabajo que se está realizando y generar un debate informado sobre cómo podemos avanzar hacia un futuro más justo y saludable, en este caso, para todos los niños y las niñas, que son un bien escaso y vulnerable en nuestro país, tal y como demuestran las preocupantes cifras de obesidad en la infancia y de pobreza infantil», aseguró Eloísa del Pino, presidenta del CSIC, durante sus palabras de bienvenida a la cita.

Salud infantil

Entre los trabajos que se llevan a cabo en las instalaciones del CIAL destacan, entre otros muchos, dos con implicaciones directas en la salud de los menores. Uno de ellos es el liderado por la doctora Elena Molina, cuyo grupo estudia el papel de las proteínas como alérgenos alimentarios, una necesidad urgente si se tiene en cuenta que hasta un 6% de los niños sufre este tipo de alergia, con grave impacto en su calidad de vida. «Investigamos la razón por la cual algunas proteínas se comportan como alérgenos y la influencia que ejercen la matriz alimentaria, factores ambientales y el procesado al que se someten los alimentos, para comprender la causa de este aumento en la incidencia y para desarrollar métodos para tratar y prevenir estas enfermedades», explicó Molina. En este escenario, una de las líneas de investigación más prometedoras que tienen puesta en marcha es la producción de hidrolizados funcionales hipoalergénicos mediante nuevas tecnologías, así como el estudio de la estructura y susceptibilidad a la hidrólisis de alérgenos alimentarios. «Nos interesaba proponer algo que fuera útil y encontramos una forma de colaborar con el Hospital Infanta Sofía de Madrid. Ellos aplican inmunoterapia oral a niños con alergia al huevo o a la leche con el fin de desensibilizarles de manera más rápida y segura que con el procedimiento tradicional», detalla la investigadora. Y el trabajo está dando sus frutos, ya que tras hacer un proceso de hidrólisis «conseguimos eliminar la proteína intacta de la clara de huevo. Así reducimos el tratamiento de adquisición de tolerancia a un año y además las reacciones que aparecen en el proceso son más leves. Con el tiempo, esperamos que incluso pueda hacerse este procedimiento en casa», avanzó Molina.

La presidenta del CSIC, Eloísa Molina, durante la visita al CIAL el pasado jueves
La presidenta del CSIC, Eloísa Molina, durante la visita al CIAL el pasado juevesLA RAZÓNLA RAZÓN

Por su parte, el grupo de Química Agroalimentaria (Agrifood) del CIAL, liderado por la catedrática María Ángeles Martín, destaca por su fuerte labor formativa, pero también por hitos científicos dignos de mencionar. Entre las principales líneas de investigación que lleva a cabo el grupo está la revalorización de los subproductos de la industria alimentaria como fuentes de ingredientes alimentarios funcionales mediante enfoques sostenibles. En este campo, «con el objetivo de mejorar la salud de todos, pero especialmente de los niños, queremos ayudar a prevenir la obesidad y otras patologías a través de la fibra dietética, que es fundamental para reducir el colesterol, controlar el nivel de glucosa en sangre y producir saciedad», argumentó Martín. Para ello aprovechan esos residuos que se desperdician por toneladas en la industria alimentaria, como por ejemplo los restos de la cebolla. «De ahí sacamos subproductos y creamos ingredientes con buenas propiedades. Tras probarlo en ratas observamos resultados prometedor porque estas tenían menor nivel de triglicéridos, de colesterol y de glucosa, además de reducir su peso», detalló la profesora Vanesa Benítez. El siguiente paso ha sido incluir esos subproductos en una salsa de tomate con más fibra y buena palatabilidad. «Esto es muy interesante para los niños, pero sigue en fase de ensayo y no se ha podido escalar porque ninguna empresa agroalimentaria nos apoya. Así es difícil hacer realidad este gran avance», lamentan ambas investigadoras del ICAL.

Aprender del microbioma

Por su parte, Yolanda Sanz y su grupo de investigación, del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC), son un referente internacional en trabajos sobre la función del microbioma. «Hemos desarrollado una alta capacidad para cultivar bacterias intestinales en el laboratorio, lo que nos permite mejorar el diagnóstico, el pronóstico y el manejo de algunas patologías gracias al uso de los datos del microbioma con estrategias más precisas y eficaces. Esto puede aplicarse a niños y adolescentes con gran impacto», auguró Sanz.