Entrevista

«Hoy muere menos gente de infarto, pero hay más enfermos cardíacos»

"Ya sabemos cómo identificar a los pacientes oncológicos de más riesgo cardiovascular", explica a la sección "10 preguntas" el doctor Borja Ibáñez, cardiólogo intervencionista de la Fundación Jiménez Díaz, director científico del CNIC y jefe de grupo de Cibercv

Dr. Borja Ibañez
Dr. Borja IbañezLUIS DÍAZLA RAZÓN

1. Pese a que la mayoría tememos más la palabra cáncer que infarto, lo cierto es que las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte. ¿Van en aumento?

Sí, porque la hipertensión, el colesterol, la diabetes o el tabaquismo están aumentando. A estos factores se añaden otros que cada vez van a peor, como el sedentarismo, la dieta inadecuada, etc. La proyección es que no solo van a continuar siendo la causa número uno de mortalidad y gasto sociosanitario, sino que van a aumentar en las próximas décadas, y a poner en jaque los sistemas de salud.

2. Hoy es el Día Mundial del Corazón, ¿un buen consejo sería dormir la siesta?

En el estudio Pesa, dirigido por Valentín Fuster, hemos visto una asociación clarísima entre la mala calidad del sueño y la enfermedad cardiovascular. La gente que duerme menos horas o que duerme con peor calidad, sueño más fragmentado, tiene mayor incidencia de aterosclerosis, y esto se traduce a largo plazo en mayor incidencia de infarto e ictus y mayor mortalidad cardiovascular. Por tanto, dormir bien reduce la mortalidad de cardiovascular; no hay ninguna duda.

3. Pero, ¿y la siesta?

No queda claro si sumar ese sueño al nocturno, por ejemplo, acumulando siete horas en conjunto es mejor que dormir esas siete horas del tirón por noche y luego no dormir siesta. Lo que sí que se ha demostrado es que dormir una siesta el fin de semana puede compensar la falta de sueño semanal.

4. ¿Qué avances médicos frente a las enfermedades cardiovasculares destacaría?

Gracias a que hay mejores fármacos, dispositivos e intervenciones, hoy se mueren muchos menos pacientes de infarto que hace 30 años. Pero, paradójicamente, sigue aumentando la enfermedad cardiovascular, que es donde fallamos. Es decir, ¿cómo podemos evitar que sujetos aparentemente sanos asintomáticos evolucionen a manifestaciones de la enfermedad como el infarto o el ictus? Aquí me gustaría destacar los grandísimos avances que se están conociendo hoy en el mundo gracias al estudio «Pesa», que coordinamos desde el CNIC, con apoyo del Banco Santander –y en el que participa en partes el Instituto de Investigación Sanitaria de la Fundación Jiménez Díaz–, en el que hay 4.500 personas aparentemente sanas a las que llevamos siguiendo 15 años. Esperemos que cuando terminemos de demostrar que unas intervenciones muy precoces son capaces de reducir la progresión a la fase clínica esto tenga un impacto sin precedentes.

5. En cuanto al proyecto «Resilience» que lidera, ¿qué avances han logrado hasta la fecha?

Es un proyecto orientado a reducir la prevalencia de insuficiencia cardíaca en pacientes que han sobrevivido al cáncer, que tienen mucho riesgo de tener esta complicación cardiovascular, testando si una intervención desarrollada por nosotros previene esta consecuencia indeseable del tratamiento oncológico. A la espera de los resultados finales, hemos visto que hay determinadas secuencias de resonancia magnética que pueden identificar muy bien a los pacientes de más riesgo mucho antes de que desarrollen esta complicación.

6. El Ruber Juan Bravo se ha sumado al proyecto. ¿Cuántos centros y países participan?

Se une a 20 hospitales que ya participan en España, y a los que suman hospitales de Dinamarca, Holanda, Alemania, Francia y Portugal.

7. ¿Cuántos pacientes con cáncer sufren también insuficiencia cardíaca por culpa de los tratamientos oncológicos?

Según el registro Cardiotox, que analiza pacientes que reciben antraciclinas (tratamiento contra el cáncer más frecuentemente utilizado), un 30% sufre algún tipo de efecto adverso cardiovascular, en muchos de ellos moderado o reversible, pero entre un 5 y un 8% este efecto adverso puede ser una insuficiencia cardíaca irreversible. Este 5% de pacientes a nivel global es muy alto, ya que, solo en Europa, hay 3 millones de nuevos diagnósticos de cáncer cada año que reciben antraciclinas para su tratamiento. Desde el diagnóstico de cáncer, teniendo en cuenta que este 5% es anual, se estima que cada año puede haber hasta 1 millón de personas en Europa que han sobrevivido al cáncer, pero que tienen una calidad de vida muy pobre por esa insuficiencia cardíaca crónica.

8. ¿Qué grupos de medicamentos inducen cardiotoxicidad?

Las antraciclinas son de los fármacos más eficaces contra el cáncer. No podemos dejar de usarlas. Sin embargo, en función de la dosis y de la vulnerabilidad de cada paciente, el riesgo puede ser alto. Hay otros grupos de fármacos que tienen potencial cardiotóxico. Recientemente se está poniendo mucho interés en conocer los efectos adversos a nivel cardiovascular de la inmunoterapia. Es muy eficaz, pero puede provocar inflamación también en el corazón o incluso arteriosclerosis.

9. ¿En qué consiste el precondicionamiento isquémico para prevenir la cardiotoxicidad?

Es la intervención que estamos testando en «Resilience» para ver si puede prevenir la toxicidad de las antraciclinas. Consiste en provocar breves episodios de isquemia transitoria en un órgano remoto (como por ejemplo el brazo) antes de administrar las antraciclinas, liberando sustancias que hacen al corazón más resistente a daños posteriores. Pensamos que el campo de la toxicidad por la antraciclina es un entorno ideal, ya que la administración del fármaco que tiene potencial efecto tóxico es programada.

10. ¿Cómo?

Programando este condicionamiento isquémico remoto una hora antes de recibir el tratamiento, de modo que las sustancias protectoras estén en su mayor concentración en sangre protegiendo al corazón, en el momento del mismo.