Alimentación
Estos son los peligros que implica en los niños comer frente a una pantalla
Más del 60% de los menores reconoce comer viendo la televisión o un dispositivo móvil
Somos lo que comemos. Ya lo dice el refrán. Y es que la alimentación es el combustible que engrasa el engranaje de todo nuestro organismo. Por eso, aprender a comer bien resulta fundamental para que los niños se conviertan en adultos sanos. Y eso pasa por disfrutar de una alimentación variada y saludable, pero también por saber disfrutar del momento de sentarse a la mesa, sin distracciones ni dispositivos móviles que puedan alterar los hábitos alimentarios.
Aunque esta norma parece obvia, la cruda realidad demuestra que no siempre se cumple. De hecho, se estima que el 60% de los niños y niñas come frente a pantallas, lo que afecta a sus hábitos de alimentación. Así se desprende de la Encuesta sobre Hábitos Alimentarios a Escolares de Primaria que ha realizado la Fundación Eroski a 2.126 niñas y niños de entre 8 y 12 años en nueve comunidades autónomas del norte de España en el marco de la celebración del 50º Aniversario de EROSKI Consumer.
En concreto, la encuesta aborda tres ámbitos clave: el familiar, los referentes externos en materia de alimentación, la comida y las emociones. Sus resultados revelan que, aunque la inmensa mayoría de las y los escolares de primaria afirma participar en la compra y en la preparación de alimentos, persisten problemas como evitar el consumo frecuente de alimentos poco saludables y reducir la influencia de las pantallas durante las comidas.
Participación infantil en las tareas alimentarias
El 92% de las niñas y niños encuestados afirma que su opinión se tiene en cuenta a la hora de hacer la lista de la compra familiar. Casi la mitad acompañan siempre a sus padres a hacer la compra (45%), la otra mitad solo a veces. En cuanto a la cocina, el 82% de las y los menores asegura colaborar, al menos ocasionalmente, en la preparación de las comidas.
En cuanto a los patrones de comidas, la mayoría de las y los escolares (90%) que ha participado en el estudio declara realizar cinco comidas diarias. Si bien, de media, un 10% reconoce no merendar. Por otro lado, el desayuno (18%) y la merienda (25%) son las comidas que más frecuentemente realizan en soledad. Este hábito no es positivo, ya que las comidas no solo cumplen una función nutritiva, sino también social, y la falta de compañía suele derivar en un mayor uso de pantallas.
Consumo de bebidas y alimentos poco saludables
Aunque el 94% de las y los menores consultados consume agua como bebida principal durante las comidas, un 27% bebe, además, zumos, un 19% refrescos y un 22% otras bebidas sin gas.
Una gran mayoría de las y los escolares, el 92%, reconoce comer semanalmente hamburguesas, pizzas, perritos calientes y/o patatas fritas, y un 44% también consume bollería y/o dulces más de tres veces por semana. Se trata de productos que, aunque vemos normalizados en la dieta cotidiana de las y los más pequeños, son de consumo recomendado ocasional por las personas expertas en la materia debido a su alta densidad calórica y a su aportación de grasas, muy a menudo saturadas -las menos saludables-, azúcar o sal, nutrientes cuyo exceso en la dieta incide en las elevadas tasas de sobrepeso y obesidad infantil.
Madres, padres y la familia son considerados los principales referentes alimentarios por el 90% de las niñas y niños encuestados, muy por delante de sus profesores que son su segunda referencia (5%). Tan solo el 2% menciona a influencers como referentes; no obstante, el 14% reconoce pedir alimentos que ve en redes sociales o televisión.
Comportamientos durante las comidas
Un porcentaje significativo (66%) de quienes han respondido a la encuesta, ve la televisión mientras come, y un tercio reconoce que usa dispositivos como tabletas o videoconsolas durante las comidas.
Además, en un 54% de los hogares de las y los escolares participantes en el estudio se utiliza la alimentación como recompensa o premio cuando se han portado bien, han realizado sus tareas, etc.; lo que puede reforzar la percepción de ciertos alimentos como especiales o deseados.
El 45% de las niñas y niños encuestados considera que sus hábitos alimentarios podrían mejorar, por ejemplo, comiendo más fruta y menos productos de la cúspide de la pirámide nutricional, bebiendo más agua. Un dato es agridulce ya que, por un lado, refleja una actitud positiva y una creciente conciencia sobre la necesidad de mejorar entre muchos menores; por otro, evidencia el trabajo que aún queda por hacer para sensibilizar a quienes no son plenamente conscientes de la importancia de adoptar hábitos más saludables.
Por último, prácticamente la mitad de quienes ha participado (47%) manifiesta comer más cuando están alegres. Igualmente, reconocen comer menos cuando están tristes (45 %) o enfadados (34 %). Ante situaciones de estrés, un 30% declara comer menos, mientras que un 14% dice comer más. Es fundamental que niñas y niños desarrollen progresivamente la capacidad de identificar sus emociones, ya que esto les permitirá ser más conscientes de cómo estas influyen en sus hábitos alimentarios, ya sea por nervios, ansiedad, estrés o euforia. Esta conciencia emocional será una herramienta clave para fomentar una relación equilibrada con la comida en su vida adulta.
El reto de la educación alimentaria
El director de la Fundación Eroski y de la Escuela de Alimentación Eroski, Alejandro Martínez Berriochoa, ha recordado durante la presentación de los datos del estudio que “la alimentación saludable debe ser un esfuerzo colectivo. Necesitamos familias informadas, educadores comprometidos y políticas públicas que faciliten la adopción de hábitos saludables desde la infancia. La encuesta realizada revela un margen de mejora en la formación alimentaria. La escasa influencia actual de los docentes en estos hábitos no revela si no la oportunidad única que los centros educativos tienen de potenciar la enseñanza de prácticas saludables”. Asimismo, Martínez Berriochoa ha recordado, que la Fundación Eroski reafirma su compromiso con la promoción de la educación alimentaria a través de diversas iniciativas, como su Programa Educativo en Alimentación y Hábitos de Vida Saludables en el que, desde su puesta en marcha, han participado 2.110.000 escolares menores de 12 años. Una cifra que equivale al 72% del universo total de escolares de infantil y primaria de España.
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