Psicología

¿Absorbe el sufrimiento ajeno? Por qué la hiperempatía puede hacerle la vida imposible

El exceso de empatía no esta reconocido como un rasgo clínico, pero puede provocar dolor, ansiedad y estrés crónicos

Duelo
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¿Se siente abrumado por el dolor del duelo que esta pasando un amigo? Ante una fuerte discusión familiar, ¿puede sentir la ira y la frustración de todos los implicados? Una tragedia no vivida en primera persona, como la DANA de Valencia, ¿puede desencadenarle una preocupación y un sufrimiento que le impidan seguir con sus actividades cotidianas?

Las personas con hiperempatía viven, en mucha ocasiones, en un tormento sin fin. Su propensión a sentir las emociones ajenas como propias provoca que, a diario, las posibilidades de sufrir se multipliquen exponencialmente. Aunque esta condición no está está reconocida como un diagnóstico clínico en sí misma, asimilar las experiencias de los demás puede desencadenar dolor físico, ansiedad extrema y agotamiento mental.

Así lo explica Rodrigo Martínez de Ubago, psicólogo clínico y colaborador docente de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universidad Oberta de Cataluña, que detalla que los hiperempáticos viven en una constante tormenta emocional ya que la felicidad y el dolor ajenos no son simples estímulos externos, sino sensaciones internas que afectan su bienestar diario. "La empatía consiste en la capacidad que tenemos de que las emociones de los demás resuenen en nosotros. Cuando alguien cercano está triste, si yo soy muy empático, es fácil que me ponga triste también. Su emoción resuena en mí, siento yo su emoción. En la hiperempatía esta característica se da en exceso. Siento mucho y más las emociones de los demás, sean quienes sean; ya ni siquiera tengo por qué tener un vínculo con ellos", explica el experto, según recoge Ep.

Se trata de un fenómeno complejo en el que confluyen distintos factores, tanto genéticos como ambientales. Aunque no existe un "gen de la hiperempatía", estudios recientes han demostrado que ciertos rasgos de personalidad y predisposiciones emocionales pueden tener una base genética. Por ello, a veces se da esta condición en personas con autismo y altamente sensibles (PAS). Por otro lado, investigaciones en neurociencia han identificado áreas del cerebro, como la corteza prefrontal y la amígdala, que están involucradas en la empatía y el procesamiento emocional. Las diferencias en la estructura o el funcionamiento de estas áreas podrían influir en la capacidad de una persona para empatizar.

Qué duda cabe que las experiencias vividas también ejercen una influencia importante. Por ejemplo, crecer en un ambiente donde se valoran la empatía y la conexión emocional puede fomentar el desarrollo de esta condición, así como vivir experiencias traumáticas o situaciones de estrés pueden amplificar la sensibilidad emocional de una persona.

"Cada vez hay más estudios que demuestran la base biológica de la empatía. En general, la sociedad tiende a pensar que estas características, como los rasgos de personalidad, son adquiridas y se aprenden. Lo cierto es que son características fundamentalmente innatas. Uno es más empático por los genes que le han transmitido sus padres que por la educación que haya recibido. Dicho esto, el ambiente también tiene un peso importante para terminar de conformar estas características, incluido el prenatal", señala Martínez de Ubago.

Lo bueno y lo malo

El hecho de desarrollar este rasgo tienen implicaciones tanto positivas como negativas. Por ejemplo, así como asimilan el dolor ajeno, también experimentan la alegría compartida, la que deriva de los logros de sus seres queridos, multiplicándose sus posibilidades de sentir felicidad. Además, la capacidad para ponerse en el lugar de otros y entenderles supone una gran ventaja para detectar cambios emocionales sutiles, muy útil en profesiones como la psicología, la medicina y la educación.

"Los hiperempáticos pueden ser percibidos como buenas personas, que nos entienden y se hacen cargo de nuestras emociones. Cuando esta circunstancia es elegida, no es un problema, y es una característica que generará vínculos más fuertes. Pero muchas veces el hiperempático no lo pasa bien. No quiere sentir las emociones que está sintiendo. Debe apartarse de la fuente emocional y empezar a gestionarla", explica el experto.

Y es que percibir las emociones de los demás como propias con tanta intensidad y sin poder controlarlo puede llevar a estas personas a perder su identidad, de manera que les deja sin herramientas para defenderse del sufrimento ajeno.

¿Como manejarlo?

Martínez de Ubago señala que la clave para poder gestionar esta capacidad es "en primer lugar, ser consciente del problema. Ser consciente de que siento más que los demás emociones que no me pertenecen". Es necesario aceptar este rasgo para empezar a tomar el control. A partir de ahí, hay que trabajar el paso de una empatía emocional a una cognitiva, por ejemplo, integrando pensamientos tales como "puedo entender cómo te sientes, pero yo no me sentiría igual si me pasara lo mismo que a ti".

Es, además, necesario entrenar un distanciamiento emocional. Cada vez que la persona detecte que está sintiendo hiperempatía debe hacerse consciente de que las emociones del otro son un problema del otro, y evitar sentirlo como propio. "A veces el distanciamiento debe ser físico y real, ya que no pueden estar con personas emocionalmente muy cargadas negativamente. Es necesario buscar a otras", recomienda el experto.

Estas recomendaciones forman parte de varias estrategias para regular la hiperempatía y evitar que se convierta en una carga emocional. Entre ellas está la terapia cognitivo-conductual (TCC), que emplea técnicas para distinguir las emociones propias de las ajenas y así prevenir la fatiga emocional. El mindfulness y la regulación emocional, por su parte, ofrecen métodos efectivos para observar las emociones sin absorberlas completamente. También se recomienda la desensibilización gradual, que implica exponerse de forma controlada a estímulos emocionales para fortalecer la resiliencia. Al mismo tiempo, es fundamental aprender a establecer límites emocionales y aplicar técnicas de desapego, es decir, ayudar a los demás sin absorber su sufrimiento.