Alimentación
Los fermentados y su efecto positivo en nuestra salud digestiva
Los más conocidos, como el queso, los encurtidos, el embutido, el yogur o la cerveza, conforman un tercio de nuestra dieta habitual. Otros, como la kombutcha o el pan de masa madre, llevan “de moda” unos años. La realidad es que los procesos de fermentación son milenarios, civilizaciones como la griega o la egipcia ya los usaban para evitar infecciones.
En el proceso de fermentación de alimentos y bebidas (como el queso, los encurtidos, el yogur o la cerveza, entre otros) son los propios microorganismos y las enzimas que los componen los que los transforman en nuevas materias primas. Así, las convierten en alimentos más “seguros” y con mayores propiedades de protección para nuestro organismo. Esto explica que se trate de una práctica milenaria, que ya usaban griegos o egipcios para prevenir plagas o infecciones. Las bebidas fermentadas eran, para ellos, mucho más seguras que el agua. La razón es que, en estas materias primas resultantes, se previene la multiplicación de patógenos.
En opinión de Humberto Martin Brieva, profesor del departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), “la ingesta de alimentos fermentados se ha relacionado con la prevención de enfermedades cardiovasculares o metabólicas, como la diabetes, así como con la mejora del estado inmunitario o cognitivo y, por supuesto, nuestro proceso de digestión. Algunas revisiones de la literatura científica ya recogen numerosas evidencias en este sentido. Un ejemplo de ello es la publicación titulada Health benefits of fermented foods: microbiota and beyond."
Enfermedades gastrointestinales
Aproximadamente la mitad de la población española sufre algún tipo de problema en la función gastrointestinal, según un reciente artículo publicado en la revista científica Gastroenterology, que ha analizado la salud digestiva de cerca de 80.000 personas en 33 países. Entre los más frecuentes: dispepsia, diarrea, estreñimiento y síndrome de colon irritable. Los expertos advierten de la importancia de abordar correctamente este tipo de problemas que afectan en gran medida al día a día de las personas que lo sufren y, además, pueden derivar en patologías más complejas.
La clave para entender esta alta incidencia está dentro de nuestro organismo y, digamos, que no le hacemos el suficiente caso. Se trata de la microbiota, es decir, el conjunto de microorganismos que componen nuestro intestino. De hecho, recientemente se ha descubierto que la diversidad y la calidad bacteriana de la misma tiene un efecto protector frente al desarrollo de la enfermedad por Covid-19. Pero ¿que define cómo es nuestra microbiota? La genética tiene mucho que ver en la composición de este micro-órgano, pero, también la alimentación hace su parte.
Beneficios objetivos
En este sentido es donde entran en juego los alimentos fermentados, que componen casi un tercio de nuestra habitual. La evidencia científica ha mostrado su impacto positivo en la salud, y, hoy por hoy, se ha “democratizado” su uso. Sus beneficios se producen por dos procesos: el directo, generado por los microorganismos vivos ingeridos sobre el huésped (efecto probiótico); y el indirecto, resultante de la ingestión de los productos bioactivos (como vitaminas, péptidos, ácidos orgánicos y ácidos grasos), creados durante el proceso de fermentación. “Tienen cualidades objetivas como la digestibilidad (descomponen los nutrientes y los convierten en otros de más fácil asimilación), la destrucción de anti-nutrientes, impiden el crecimiento de patógenos, producen vitaminas (como las del grupo B y la K2) y ayudan a la conservación de los alimentos”, señala Martín Brieva. “En el caso de las bebidas fermentadas, como la cerveza o el vino, el origen natural de las materias primas y las transformaciones que experimentan durante el proceso de fermentación hace que presenten componentes con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, como los polifenoles”, añade.
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