Lima
Cañizares: «No traigo ningún otro plan que Jesucristo»
Hoy la diócesis toma posesión de mí, soy enteramente vuestro». Con esta disposición se presentaba ayer Antonio Cañizares como nuevo arzobispo de Valencia. Acompañado por cinco cardenales, 48 arzobispos y arropado por cientos de sacerdotes y fieles que llenaban la catedral, el que fuera «ministro» papal, ofició su primera eucaristía como pastor de la tierra que le vio nacer. «Me siento más valenciano que nunca», subrayó el cardenal, que nació en la localidad de Utiel hace 68 años, aunque reconoció con humildad que «todavía tengo que perfeccionarme en nuestra lengua».
La eucaristía comenzó a las once de la mañana, después de que el que fuera prefecto vaticano de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos rezara ante la capilla del Santo Cáliz. Fue el nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, quien presidió la ceremonia en un principio hasta que se ha hecho efectiva la toma de posesión con la entrega del báculo episcopal. Precisamente Fratini puso énfasis en su etapa vaticana para valorar que en Roma Cañizares «ha palpado la universalidad de la Iglesia», algo que le ha servido para buscar «la identificación y reconstrucción de la sociedad». En las Letras Apostólicas, el documento firmado por el Papa que ratifica el nombramiento, Francisco reconoció que el nuevo arzobispo de Valencia «está colmado de singulares dotes humanas, cristianas y sacerdotales», además de valorar su «excelente doctrina y gran experiencia que han conseguido guiar por los caminos del Evangelio la grey abulense, granadina y toledana», los anteriores destinos de Cañizares.
«No traigo ni tengo oro ni plata, no traigo ninguna otra riqueza, ningún otro poder ni fuerza, ningún otro plan, ninguna otra palabra que ésta: Jesucristo», explicó el purpurado durante la homilía en la que insistió en llegar a su nuevo destino con un plan pastoral prefijado. «Mi programa es, con vosotros, buscar y hacer la voluntad de Dios, que ya se manifiesta en el camino abierto y recorrido por mis admirados predecesores de tanta hondura como densidad eclesial», señaló recordando la labor de Agustín García-Gasco y poniendo en valor el trabajo del nuevo arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, con «la gran y esperanzadora herencia que nos deja en sus intensísimos años de servicio y labor apostólica en Valencia como verdadero pastor conforme al corazón de Dios». «Aquí nos tiene y aquí tiene su casa: ¡Muchísimas gracias!», exhortó ante la mirada del resto de prelados, entre ellos, el administrador apostólico de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, el cardenal arzobispo de Lima (Perú), Juan Luis Cipriani y el cardenal emérito castrense, José Manuel Estepa.
En esta misma línea, se dirigió a los valencianos desde el altar: «Pedid que sea el buen pastor que ama mucho a su pueblo, a vosotros, mi pueblo», dijo, para explicarles que «no me comprendo a mí mismo ni hallo mi identidad si no es desde el ser enviado para evangelizar, a los pobres y a los pecadores, a los necesitados de misericordia: soy misión y quiero vivir para la misión entre vosotros». Presentó la exhortación del Papa «Evangelii Gaudium» como hoja de ruta «para nuestra diócesis», mirando especialmente «a los pobres, a los últimos, a los que viven las diferentes periferias existenciales y sociales» en una «Iglesia sin alforjas, sin temor a que nos puedan quitar las alforjas; la Iglesia sabe vivir en pobreza». Consciente de que atravesamos «tiempos nada fáciles» en los que la fe «está siendo sometida a pruebas extremas» ante «la increencia y una cultura de la muerte», comentó que «urge muchísimo anunciar la buena nueva de Jesucristo». Así, apuntó cuál ha de ser la premisa a seguir: «no violentos ni impositivos, poderosos o liados a los poderes; como corderos, pero tampoco ingenuos, sabiendo que los lobos son lobos, y con la debilidad invencible de los dispuestos al martirio. Sin complejo de cobardía. Seguros, sencillos, felices. Haciendo el bien como Jesús». También hizo un llamamiento a la paz y a la unidad. Y apostilló: «En estos momentos, decir unidad en España tiene unas implicaciones muy profundas».
Aplaudido en varias ocasiones en el interior del templo, durante la procesión de salida, Cañizares fue quedándose rezagado ante las felicitaciones que fue recibiendo. Cuando intentaba dar más de un paso seguido, alguien le buscaba para saludarle, para darle su acogida. Escoltado por el cardenal Santos Abril –uno de los grandes amigos del Papa Francisco– y Monteiro de Castro –quien fuera nuncio en España–, tardó más de veinte minutos en recorrer los pocos metros que separan la catedral del palacio arzobispal.
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