Letras líquidas

Trump y la hipótesis de la misoginia

A veces lo simple, precisamente por simple, puede resultar poco verosímil, pero no por ello es menos cierto

A mediados del mes de agosto, en plena campaña electoral, Obama cumplió con una de sus particulares tradiciones y compartió con sus seguidores digitales la lista de libros que le acompañaban aquellos días de verano. Catorce fueron los elegidos. Y, como es habitual, cada una de sus recomendaciones fue analizada y escrutada con lupa y no pasó desapercibida una de las lecturas seleccionadas por el expresidente: «Hombres: Por qué el hombre moderno lo está pasando mal, por qué es un problema a tener en cuenta y qué hacer al respecto», de Richard V. Reeves (publicado en España por Deusto). Además de plantearse el significado de la masculinidad contemporánea, el autor concluye en su ensayo que las circunstancias de la sociedad actual resultan cada vez más adversas a muchos hombres y que bastantes de ellos se encuentran perdidos ante unos códigos de comportamiento y relaciones que se van revisando y les resultan cada vez más ajenos.

Y esa tesis no es, en absoluto, una isla en el pensamiento moderno: se incardina en una corriente que cuestiona los postulados del feminismo y que, además, va creciendo en apoyos. Tanto que ha sido imposible separarla de muchos de los debates de fondo que han marcado la dialéctica política electoral en Estados Unido de los últimos meses. El género, sin duda, ha sido uno de los asuntos clave en las que se jugaban los comicios: ha resultado inevitable que la carrera presidencial se moviera dentro de los parámetros de las políticas de igualdad e identitarias (no siempre las mismas, ni siquiera siempre alineadas). Es cierto que la victoria final de uno sobre otra no ha venido determinada por un único factor: los expertos ya han analizado lo decisivo de la economía, con la inflación y la inmigración como detonantes, pero eludir el elemento feminista es esquivar una evidencia que de obvia, es cierto, resulta poco sofisticada para el análisis más intelectual que algunos se empeñan en complicar. A veces lo simple, precisamente por simple, puede resultar poco verosímil, pero no por ello es menos cierto.

El candidato republicano ha logrado el apoyo mayoritario de hombres, blancos, de mediana edad (45-64) y sin estudios. Y ese votante medio ha querido que el 47 presidente de Estados Unidos, el líder de la primera democracia del mundo occidental, sea un misógino público, que actúa a cara descubierta, y un delincuente sexual condenado. Quizá, a la vista de estos datos, el hombre que describe aquel libro que recomendó Obama haya reforzado sus argumentos en el apoyo a Trump. Es una hipótesis.