Relaciones internacionales
España y Rusia
Nuestros diplomáticos posiblemente hablen tan suavemente y sean tan eficaces teóricamente como los rusos; pero no tienen detrás un garrote como el de Putin. Por eso logran muchas menos cosas
Reconozco que impresiona la manera que los economistas tienen de manejar los números. Para ellos son conceptos más que cifras exactas. Voy a tratar de imitarles tratando de bosquejar –esquemáticamente– una comparación de lo que representan en el mundo de hoy España y Rusia.
Tenemos los españoles el mismo Producto Interior Bruto (PIB) que Rusia. Ellos quizás un poco más, pero son casi iguales. Es decir, creamos la misma riqueza, aunque nosotros exportamos más automóviles, ropa de moda, aceite de oliva, naranjas y jamones, entre otras muchas más cosas. Asimismo nos visitan muchos millones de turistas al año (más de 75 en 2016) y nuestro idioma es el segundo más hablado en el mundo –pese al carácter de «lingua franca» del inglés–, con lo cual podríamos considerarnos una potencia cultural importante. Escribimos y vendemos libros. Tenemos unas cuantas empresas fuertes, una Liga de fútbol y deportistas famosos y también unos grandes bancos de proyección internacional.
Los rusos sólo exporta n dos cosas: energía –en forma de crudo y gas– y armas. Los turistas extranjeros que visitan Rusia son la mitad de los de España pese a lo enorme de su territorio y el bello idioma ruso no está tan extendido como el nuestro. Es decir, tienen un peso económico ligeramente superior al nuestro, pero bastante menos diversificado y activo, siendo por lo tanto su sector productivo más vulnerable.
Estos PIB podríamos dividirlos –como si fueran dos enormes pasteles– entre los habitantes de las dos naciones. Los rusos son unos 143 millones y nosotros, aproximadamente, unos 46. A igual pastel y más comensales, a los rusos le tocan trozos (= PIB per cápita) más pequeños. Si ellos son tres veces más que nosotros, su PIB per cápita será aproximadamente unas tres veces más pequeño que el español. Esto del PIB per cápita encubre muchas veces que la riqueza está desigualmente distribuida. Pero en Rusia, todavía en una proporción más injusta que la de España. Resumiendo: en la esfera internacional, y de una manera tosca pero cierta, el PIB mide el peso económico de una nación y el PIB per cápita, el bienestar de sus ciudadanos. Es decir, Rusia y España deberían influir lo mismo internacionalmente y con nosotros, encima, viviendo tres veces más contentos que los rusos.
Pero esto no es así ni de lejos. Intentaremos averiguar el «misterio» de nuestro relativamente poco peso internacional.
España invierte un 0,9 de su PIB en Defensa, Rusia, un 4,3, es decir un 480% más. Cada año. Como esto se va acumulando, y si tomamos como referencia los 16 años transcurridos desde que el Sr. Putin tiene responsabilidades de gobierno, la diferencia entre lo invertido por Rusia y España sería de unos 7.680 %, unas 77 veces más para no dramatizar demasiado. Esto puede sonar a algunos como las cuentas del Gran Capitán. Pero ni D. Gonzalo, ni mucho menos este humilde servidor suyo pretendemos ganar un premio de contabilidad. Tan solo que se nos entienda. Y supongo, querido lector, que Ud. empieza a comprender a dónde quiero llegar.
Pasemos pues, como dijo D. Juan Tenorio a D. Luis –hablando de sus hazañas amorosas–, al guarismo a que alcanza el papel. Veamos lo que ha conseguido –en líneas generales– esa diferencia de 7.680% en lo invertido en seguridad y defensa. Rusia tiene unas 8.000 armas nucleares, de ellas 1.648 listas para ser disparadas en cuestión de pocos minutos; España ninguna. Rusia tiene unos 2.900 carros de combate, 70 submarinos y unos 1.062 cazabombarderos. España 290 carros, 3 submarinos y 152 cazas. Y así podríamos seguir hasta aburrirnos pero lo que parece claro es que los frutos del diferente esfuerzo económico están a la vista de todos.
Dice un refrán americano que al que solo tiene un martillo, todos los problemas le parecen clavos. El presidente Putin parece bastante consciente del martillo que tiene con sus Fuerzas Armadas para los clavos de Chechenia, Georgia en el 2008 y más recientemente en Ucrania y Siria. El resto del mundo también capta claramente esta amenaza latente de uso de la fuerza en sus dos facetas de capacidades militares y voluntad de empleo.
Creo que estamos llegando al núcleo del «secreto» de por qué Rusia es mucho más influyente ¿quizás 77 veces más? que España en el ámbito internacional pese a tener un peso económico parecido. Nuestros diplomáticos posiblemente hablen tan suavemente y sean tan eficaces teóricamente como los rusos, pero no tienen detrás un garrote como el de Putin. Por eso logran muchas menos cosas. Quizás no sea lo invertido en Defensa la única razón para explicar la diferencia en influencia mundial pero, a Ud. querido lector ¿se le ocurre alguna otra?
El Imperio romano en el siglo V seguro que tenía un PIB no igual sino muy superior al de los bárbaros que acabaron con él. Pero las tribus del este habían invertido más en «Defensa y Seguridad», y ya saben Uds. cómo acabó aquello. Como no me gustaría a mí acabar.
Estas verdades antiguas y evidentes –que el que tiene riquezas las debe defender– se nos habían olvidado a los españoles entre una retórica buenista y adormecedora de operaciones de «paz» y en la confianza de que el primo americano daría la cara por nosotros. Pero el cielo está lleno de augurios de que esto último no va a continuar. Hora de despertar de este sueño y aceptar las realidades que la historia muestra sobre la geografía y el carácter de los seres humanos agrupados en esto que venimos denominando naciones. Naciones que nacen, se defienden mientras tienen vigor para ello y a veces –desgraciadamente– desaparecen.
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