Tribuna
Tragedias paralelas
Comparando tragedias, vemos que las dimensiones de la de Madrid y la de Bagdad son muy diferentes. Que ambas parten de errores de apreciación del bando «bueno» así como del otro y que las consecuencias superan con creces los supuestos iniciales
Reconozco haber dejado transcurrir algunos días desde el vigésimo aniversario de la tragedia de los Cercanías de Madrid para ver si así la indignación de amplios sectores de la opinión pública por la manipulación sobre su autoría se suaviza, permitiendo analizar con objetividad los errores que influyeron en ella y sus consecuencias. Si alcanzamos esta objetividad, podríamos intentar estudiar otra tragedia de mayor repercusión internacional que transcurrió simultáneamente como fue la invasión de Irak por los norteamericanos. Identificar semejanzas y diferencias entre las tragedias de Madrid y Bagdad es el ambicioso objetivo de estas pocas líneas.
Empezando por la masacre de Madrid, debemos reconocer dos errores del gobierno de Aznar. Uno más estratégico que el otro. El apoyo público a la invasión norteamericana que tenía la probable intencionalidad de elevar el prestigio internacional español y aumentar la ayuda que recibiríamos de la administración Bush a nuestros intereses nacionales –empezando por la lucha contra ETA– no fue precedido por la debida pedagogía. Sobró prepotencia y faltaron explicaciones. En las democracias hay que tener la flauta muy afinada –como en Hamelín– si quieres que la mayoría de los infantes te sigan. Este apoyo se materializó tras el cese de las hostilidades en el despliegue de un hospital de campaña en el puerto de Umm Qasr y posteriormente, en colaborar con la administración de una provincia iraní bajo mandato de Naciones Unidas. El otro error –más táctico que el anterior– es haberse empecinado durante unas horas en mantener la autoría de ETA sin aplazar las elecciones hasta que el estado emocional de la opinión pública, una vez determinada inequívocamente la identidad de los terroristas, lo hubiera permitido. Que todo este drama durara tan solo tres vertiginosos días no disculpa este último error. ¿Qué podía perder el PP más de lo que iba a perder de cualquier manera? Las consecuencias de estos dos errores: siete años y medio de ignorancia internacional y obstinación ideológica divisiva interna al frente del gobierno de España escudados tras una falsa sonrisa de «Joker» junto a una notable pérdida del prestigio e influencia española en el exterior.
Pasemos ahora a la tragedia que supuso derribar a Sadam Huseín sin tener un plan posterior para administrar Irak y sin comprender la dinámica pro iraní que estaba a punto de desencadenarse. Huseín era una compleja mezcla de labriego de Tikrit, asesino político y astuto, intuitivo y despiadado líder. Les recomiendo leer el recientemente publicado libro «The Achilles Trap» de Steve Coll para comprender la larga lista de crímenes y errores de Huseín empezando por la invasión de Irán y posteriormente, la de Kuwait. También el doble juego de la CIA durante las distintas administraciones norteamericanas especialmente con Reagan. Sadam Huseín tuvo armas de destrucción masiva, concretamente gases, que empleó despiadadamente contra las tropas iraníes y los civiles kurdos mientras los gobiernos norteamericanos miraban hacia otro lado. Estuvo a punto de conseguir armas nucleares pero le faltó tiempo lo que permitió a los israelíes montar un ataque aéreo preventivo contra el reactor de Tuwaitha en 1981 junto a otras acciones encubiertas. El libro de Coll investiga a partir de numerosos documentos actualmente disponibles el misterio básico del error/«mentira» de la posesión de armas de destrucción masiva que utilizó el presidente Bush como excusa para invadir Irak; especialmente porque Huseín ocultó a propios y extraños que había destruido sus armas químicas. Según Coll, Sadam Huseín no podía imaginar que la omnisciente CIA no supiera de esta destrucción por lo que dedujo que Bush había decidido invadirle con cualquier pretexto siendo irrelevante pues admitir que ya no tenía armas químicas. La Inteligencia norteamericana –CIA y DIA básicamente– exageraron pruebas especialmente tras el apagón por la expulsión de los inspectores en 1998 y juzgaron al matón Huseín más por sus pasadas fechorías que por sus acciones recientes. Ambos bandos tenían la percepción de que estaban ante un enfrentamiento pendiente que venían arrastrando desde la liberación de Kuwait en tiempos de Bush padre.
Las consecuencias de tantos errores de interpretación por las dos partes: unos 200.000 muertos hasta la fecha, la destrucción de ciudades e infraestructura iraní y desde el punto de vista estratégico el empoderamiento del régimen de las ayatolas y la pérdida de prestigio norteamericano en Oriente Medio. Posiblemente los historiadores juzguen la desventurada tragedia de Bagdad como el fin del breve momento unipolar norteamericano que envalentonó a China, la Rusia de Putin y otros perturbadores del orden mundial heredado.
Comparando tragedias, vemos que las dimensiones de la de Madrid y la de Bagdad son muy diferentes. Que ambas parten de errores de apreciación del bando «bueno» así como del otro y que las consecuencias superan con creces los supuestos iniciales. También con que rapidez se desencadenan los acontecimientos decisivos aunque las consecuencias perduren décadas. Reflexionar sobre estas dos tragedias sin arrojarse culpas unos a otros posiblemente ayude a los españoles a tomar las decisiones correctas en los inciertos tiempos que se avecinan en la defensa de Europa.
✕
Accede a tu cuenta para comentar