Los puntos sobre las íes
Todos somos Karla Sofía Gascón
No olvidemos que es la segunda española tras Penélope Cruz en ser nominada al Oscar
Hubo un tiempo, tal que 40 años –los cuatro del Frente Popular y los 36 de dictadura franquista–, en los que decir lo que uno pensaba era penalmente perseguible y se pagaba incluso con la muerte. Que se lo digan a Calvo-Sotelo y a los curas, monjas y militares asesinados por el Frente Popular o a los socialistas y comunistas fusilados por el franquismo. La Guerra Civil se desencadenó porque los unos no respetaban la libertad de expresión de los otros y viceversa. En España costó hectolitros de sudor, miles de metros cúbicos de sangre y toneladas de esfuerzo recuperarla tras esos 40 años de oscuridad. Y quedó recogida en ese artículo 20 de la Constitución que bien podría haber sido el primero porque sin este derecho cualquier otro es papel mojado. Por eso no salgo de mi estupefacción contemplando el linchamiento que se está perpetrando contra una superlativa actriz, Karla Sofía Gascón, por haber opinado lo que le salió de la vulva. Conviene no olvidar que no estamos ante una artista cualquiera –a mí su condición de trans me importa un comino– sino ante alguien que ha hecho historia: es la segunda española tras Penélope Cruz en ser nominada al Oscar a la mejor actriz, un galardón que han recibido diosas de la talla de Bette Davis, Katharine Hepburn, Ingrid Bergman o Meryl Streep. Vamos, que estamos hablando de caza mayor, no de goyas de tres al cuarto. La protagonista de Emilia Pérez, una coproducción francobelga, se las prometía muy felices hasta que el mundo pijiprogre woke, que está en caída libre como vemos elección tras elección, rescató una serie de tuits que ella había escrito in illo tempore. Parrafadas con las que un servidor puede no comulgar en las formas aunque con algunas de ellas pueda estar de acuerdo en el fondo. Defender que «el Islam se está convirtiendo en un foco de infección para la humanidad que hay que curar urgentemente» puede parecer un estrambote a simple vista pero no tanto si lo analizamos en profundidad. Ahí están el 11-S, los atentados de Madrid, los de Londres, los de París, los de Niza y los que se suceden en Europa cada dos por tres. Purita verdad son sus irónicas palabras sobre el nulo respeto a la mujer en el mundo musulmán: «El Islam es maravilloso… sin ningún tipo de machismo, a la mujer se la respeta y cuando se la respeta mucho le dejan un cuadrito en la cara para que se le vean los ojos y la boca». Pues, qué quieren que les diga, que comparto este enunciado al 100%. En Arabia Saudí, en Qatar, en Irán y en la democratiquísima Gaza se las trata peor que a un perro. Y no digamos en ese Afganistán que es el modelo a seguir por el feminismo patrio. Y lo que apuntó sobre George Floyd, asfixiado hasta la muerte por la Policía de Minneapolis, es como mínimo extravagante pero tampoco está de más leerlo con detenimiento: «A muy pocos les importó nunca Floyd, un drogata estafador, pero su muerte ha servido para volver a poner de manifiesto que hay quienes todavía consideran a los negros monos sin derechos y quienes piensan que la Policía es asesina. Todos errados». A Karla la han cancelado. Le han prohibido ir a los Goya y a los Oscar. Y le están pegando con saña hasta en ese carné de identidad en el que antes figuraba como hombre y ahora legítimamente como mujer. Lo cual invita a pensar que Sánchez tiene razón: Franco sigue vivo, más vivo que nunca, Franco son él y sus cuates.
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