Cuartel emocional

Somos hipócritas

Si nos guardamos el veneno dentro, acabamos intoxicados y, francamente, vida por vida, primero la mía

Somos hipócritas por naturaleza. Pocas veces decimos lo que pensamos y pocas veces pensamos lo que decimos, así es la condición humana…con algunas excepciones. Pero si nos guardamos el veneno dentro, acabamos intoxicados y, francamente, vida por vida, primero la mía. Muchos dicen lo que dicen que piensan y resultan ser tan solo unos botarates, mejor dicho, unos botarates públicos, porque son los que opinan en tertulias radiotelevisivas además de los políticos que padecemos en este siglo XXI que nos ha tocado vivir, con mayor o menor fortuna, pero vivir al fin y al cabo, que es lo que cuenta, aunque a veces nos lo cuestionemos. No sé si esta columna empieza un poco espesa, quizá sea la borrasca que tenemos encima, que nos obnubila un poco, o la borrasca individual de cada uno, que hemos de resolver a base de bromazepan, que, como su nombre indica, obra el milagro de que todo nos lo tomemos a chunga y nos resbale como si lleváramos permanentemente una gabardina. Si se lo hubiera tomado Juana la Loca, no hubiera terminado encerrada en Tordesillas, por eso me parece inteligente echarse uno al cuerpo cuando la situación lo requiera.

Todo esto viene a cuento por las boutades y las soluciones de “a grandes males, grandes remedios” que todo el mundo critica y echa los pies por alto, cuando un trasfondo de sentido común no le falta, pero no será esta modesta escritora la que defienda las salidas de pata de banco del presidente americano, si bien tenemos que reconocer que, al llegar a casa, en la divina soledad de nuestro cuarto de baño, se nos ilumina una sonrisita en la comisura de la boca y decimos por lo bajini “¿y si no fuera tal disparate? Dejémoslo ahí para la reflexión, sin dejar de proclamar que la mejor situación del ser humano es la “solitude” de los ingleses, esto es, cuando estás solo, pero no triste porque lo que necesitas es un espacio para reflexionar, si bien la otra soledad, “loneliness”, o sea que estás solo porque no quieres estar con otras personas, tampoco es desechable. Esta filosofía de medio pelo va bien sobre todo para vaciarse un poco cuando se necesita y, en este caso, purgar el corazón con los presuntos lectores no está nada mal porque no se les ve el rostro.

Hay una actor/actriz, nominada a no sé qué premio, que se ha ido de la lengua; se le calentó la boca o el teclado para escribir en las redes y le cayó la mundial porque resulta que sus comentarios fueron xenófobos: como consecuencia ha quedado fuera del galardón al que estaba nominada. Claro, si lo que se dice no concuerda con los cánones actuales de la corrección te puedes dar por muerto. La que estas líneas dibuja sabe bien que está vetada en multitud de sitios por lenguaraz, pero si uno no puede soltar lo que las tripas le dictan, no merece la pena seguir en el oficio. Me gusta mucho la frase que un día me dijo mi muy querido amigo M.A., que me estará leyendo: “si te digo la verdad, te miento”. Que todos reflexionen.

CODA. Hay quienes nacen tocados por la varita de la diosa Belleza por cuestión de familia, y me refiero ahora al Aga Khan, que se murió después de haber sido marido de mujeres bellísimas también, además de ser un hombre rico, líder espiritual de los ismaelitas, una rama desgajada de los fundamentalista. (No sé si me la estoy cargando por decir esto, pero es cierto). El caso es que el nuevo Aga Khan es digno hijo de su padre, guapísimo también y casado y separado de otra belleza que llevaba unos kaftanes de ensueño. Viaja por medio mundo liderando proyectos ecologistas y humanitarios donde invierte su fortuna. Los ricos no son tan malos como los pinta la izquierda.