Insensateces
Silencio
Yo no sé quién decidió que las cosas se hicieran así. No sé si nos pilló desprevenidos, sin experiencia; no sé si era tan grande aquella bola que los gestores no encontraron otro camino. Me cuesta pensar que fuera adrede. Me cuesta pensar que no les importara
A mi vecino Juan me lo encontraba con los perros en la zona del río. Nos saludábamos de lejos y los chuchos se acercaban a olerse. Levantábamos la mano y, a voces, nos preguntábamos qué tal todo. De vez en cuando se asomaba una señora a una ventana con un megáfono y nos gritaba cosas. Que si asesinos y tal. Y pasaba la policía. Que dónde va Vd, que cuál es su bloque.
Eran los primeros días de aquel tiempo raro que pasamos al principio de aquel bicho que llegó de China. Hacíamos lo que nos decían.
Un día vi a Juan a lo lejos otra vez y le pregunté qué tal. Le noté cabizbajo y con la mano hizo el gesto de que algo iba regular. Y le noté muchos días regular a él. Y algunos días no le pude saludar porque no estaba. Su mujer, Teresa, me contó que los padres de Juan estaban en una residencia en la zona norte de Madrid. Se habían contagiado. Ni podían visitarles, ni hablarles, ni verles. Los padres de Juan murieron con apenas cuatro jornadas de diferencia. Una llamada fría. Ya les diremos dónde tienen que ir a recoger los restos. Juan tuvo que esperar. Y se le hizo eterno mientras paseaba a los perros encorvado. Hasta que una mañana, con toda la tristeza que puedan imaginar a sus espaldas, alguien le dijo que las cenizas de su padre estaban en un pueblo de La Rioja y las de su madre en otro de Sevilla. A mi vecino Juan nunca se le dio el pésame. Nunca quiso hablar de aquello. Ni para bien ni para mal. Son esas cosas que decides que no te han pasado, que no las vas a procesar porque no puedes. Que si no las verbalizas, quizá no hayan sucedido nunca.
Yo no sé quién decidió que las cosas se hicieran así. No sé si nos pilló desprevenidos, sin experiencia; no sé si era tan grande aquella bola que los gestores no encontraron otro camino. Me cuesta pensar que fuera adrede. Me cuesta pensar que no les importara.
Pero no nos griten. No le griten a Juan. Y no le tomen por tonto. Ni unos ni otros. En voz baja todos.