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Tribuna

Trump y la OMS

Impuesto el discurso de los derechos humanos, los planteamientos contrarios al aborto acaban siendo tildados de represivos, contrarios a los derechos de la mujer. De esto sabemos ya bastante en España

Trump ha puesto patas arriba el orden internacional en lo militar y económico. No entro en valoraciones políticas ni económicas y me detengo en iniciativas que, a la velocidad que lleva esa presidencia, han pasado a segundo plano. Teniendo en cuenta que, para bien o para mal, lo que haga o deje de hacer Estados Unidos tiene repercusión mundial, en lo bueno no puedo sino aplaudir el alejamiento del movimiento woke, de la cultura de la cancelación, de políticas inclusivas, de las imposiciones del movimiento LGTBI, etc.

De entre esas iniciativas «menores» me detengo en la salida de la OMS, decisión que ya anunció en su anterior presidencia. Ahora ha consumado la salida lo que supondrá un roto milmillonario para esa organización. Las razones se centran en la influencia china sobre la OMS, su actuación durante la pandemia y a lo que añade la crítica por el uso de los fondos que recibe. A estas razones se une otra que quizás no haya alimentado la decisión de irse de la OMS, pero que es coherente con la política de dejar de financiar el aborto, dentro y fuera de Norteamérica.

La iniciativa de Trump ha vuelvo a recordarnos la influencia del lobby abortista en la OMS. En un reciente artículo en la revista francesa de pensamiento católico, La Nef, Louis-Marie Bonneau, investigador asociado del European Centre for Law and Justice, expone cómo la andadura proaborto de la OMS viene de antiguo y que ejecuta mediante el «Programa de Reproducción Humana», liderado por la ONU a través de la OMS, su instrumento de acción. Expone la aterradora historia de ese Programa con el que la OMS quiere «desarrollar y distribuir los principales abortivos utilizados hoy en día, gracias a la financiación de algunos Estados y fundaciones privadas». Es el caso de las fundaciones Susan Thompson Buffett, Bill y Melinda Gates, Ford, Rockefeller, MacArthur, Packard, Hewlett.

Mediante ese Programa la OMS publicó en 2022 el documento «Directrices sobre la atención para el aborto». Su objetivo es su liberalización completa: aborto a demanda y sin condiciones, hasta el final del embarazo, más limitar la objeción de conciencia de los sanitarios y no informar a los padres en caso de aborto realizado en menores. Los frutos de esos estudios y trabajos no quedan en lo científico e incluye recomendaciones que acaban siendo leyes y si hay Estados que las rechazan son acusados de «anticientíficos». Además, esas recomendaciones suelen ser empleadas por aquellos activistas que plantean «litigios estratégicos contra estados conservadores ante tribunales internacionales de justicia». En esa vertiente judicial es significativo el empeño de la Unión Europea para que OMS establezca «relaciones oficiales» con el bufete mundial de abogados abortista Centro de Derechos Reproductivos.

Especialmente son víctimas del Programa países en desarrollo, a los que, -dice Bonneau- desde 1980 se les impone una suerte de neomaltusianismo colonial que les exige como objetivo para «mejorar salud y la prosperidad económica mediante la reducción de la población». La imposición llega al punto de supeditar ayudas a la aceptación de sus postulados contra la vida: «fue principalmente un temor económico lo que empujó a los países del norte de Europa y a las grandes fundaciones neoliberales a financiar este programa dirigiéndolo contra la demografía de los países más pobres. Si el papel de la OMS - añade- es trabajar por la salud, aquí el objetivo primordial es reducir la población, en particular de los grupos sociales más pobres.»

El argumento económico se ha atenuado para buscar fuerza en otro argumentario como es la lucha contra el cambio climático y los derechos humanos. En cuanto al primero, un ejemplo de su influencia fue la campaña «One Planet, One Child» de Canadá, que en 2020 afirmaba en vallas publicitarias que «el mayor regalo que puedes darle a tu primer hijo es no tener un segundo». Y la apelación a los derechos fundamentales se ha concretado erigiendo el aborto en derecho fundamental, camuflado con el manto del derecho a la «salud reproductiva y sexual». Impuesto el discurso de los derechos humanos, los planteamientos contrarios al aborto acaban siendo tildados de represivos, contrarios a los derechos de la mujer. De esto sabemos ya bastante en España.

«Frente a esta deriva -concluye Bonneau- dos soluciones eran posibles: la reforma o la retirada de la Organización. Trump consideró que la OMS no era reformable». Pero Trump es impredecible. Ahora ha anunciado el abandono de la OMS, pero tiene un año para hacerlo y quizás su idea no sea abandonar sino controlar. Tampoco sé qué solvencia tienen, en cuanto a fundamentos, su rechazo del agresivo abortismo de la administración Biden. En todo caso es una política positiva y ha servido para recordarnos la paradoja de la OMS: impulsora de políticas contrarias a la vida, teóricamente sirve a la salud, pero está enferma.