El buen salvaje
¿Quién se acuerda de Rivera? (o por qué interesa Tamames)
Pasados los ochenta es imposible hacer el ridículo, son los jóvenes los que han de ir con más cuidado del que acostumbran
Tanta parrafada de niñato anestesiado por el poder de diseño nos ha metido en vena la droga licuada de una letal imbecilidad. Llegaron a burbujear en la sangre algunos gramos de anestesia en forma de lisérgica raya de cursilería. Estábamos vacíos y jugaron a rellenar el torrente con discursos de vicetiple, muy mejorables por cualquier inteligencia artificial tipo ChatGPT. «Hazme un discurso para tontos que se creen listos», le dirían al ordenador, el nuevo espejo de Blancanieves. Los únicos frutos de la nueva política son los retoños de Pablo Iglesias e Irene Montero, que supo lo que era el sexo antes de su campaña de Igualdad; el de Albert Rivera y Malú, esa unión folclórica, folclórica por parte de él digo, y Tamames, que nos llega de la mano de Vox, que de tan ultimísima hora, Vox, está tan desgastado como una alcahueta de la época de «La Celestina». El partido ha cambiado el Abascal de «Los 300», ese pectoral que tanto gusta en una carroza del orgullo gay, por Ramón Tamames, el sabio enjuto de cabello de fuego.
La moción de la semana que viene es una más de la serie de catastróficas desdichas que vienen aconteciendo en nuestro Parlamento, un capítulo del serial donde entran desde Tito Berni a los violadores que están en la calle por soberbia. Vox demuestra así ser una pieza mamarracha de este puzle del desastre.
Pero no he venido a hablar de la sarcástica moción sino del candidato, de Tamames, uno de los firmantes de la constitución, 89 años, casi la misma edad de mi madre, al que debemos un respeto incluso en esta ingeniosa aventura como del Quijote, con su Sancho Panza sin panza. Tal vez sea su discurso lo más interesante de una legislatura en la que hemos visto más de la cuenta a adanes musculados y operados con anestesia total que suben a la tribuna del Congreso a cantar lisonjeros pasajes de la nada.
¿Quién se acuerda de Rivera? Tamames tiene la fuerza del cowboy que lo ha visto todo y tiene la oportunidad de volver a montar mientras mira de frente el sol crepuscular y la mecedora moviéndose en el porche. Pasados los ochenta es imposible hacer el ridículo, son los jóvenes los que han de ir con más cuidado del que acostumbran para no utilizar en vano la voz del sabio. Todo lo que diga Sánchez podrá ser utilizado en su contra, pues no es pena lo que despierta don Ramón sino una admiración de una película ganadora del Oscar si hubiera alguien dispuesto a rodarla. Ese momento en el que se llora culpablemente.
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