Aquí estamos de paso

Qué fácil se lo ponen

Es la segunda vez que se la cuela el alicantino al gallego y en ambos casos por el mismo camino

El Parlamento alemán aprueba una quiebra histórica de su techo de gasto para aumentar la inversión en Defensa ante el abismo que se nos presenta por delante y aquí un reyezuelo políticamente quemado decide pagar su continuidad agarrándose al clavo ardiendo de una alianza con los que le lamen lo que haya que lamer al tipo cuya gestión nos pone al borde del abismo. Muy propio. Muy patrio. Muy español. Como lo de tropezar dos veces con la misma piedra.

Alberto Núñez Feijóo, que en estos tiempos agitados y difíciles no sale de oponerse a la oposición que le hace el Gobierno, vuelve a pegársela en el mismo sitio. Yo no sé si no sabe o no puede o no quiere, pero eso de saludar como conveniente que Carlos Mazón le haga lo mismo que le hizo perder sus posibilidades de mayoría de gobierno en las elecciones generales de 2023 es una pirueta realmente inexplicable. Nada por aquí, nada por allá, y vuelta a apoyarnos en la extrema derecha ahora además asumiendo directa y descaradamente sus principios sobre inmigración y la cruel simpleza con la que se enfrentan a la tragedia de los menores: todos a casa con sus padres.

Si cree el Partido Popular que esto no le va a pasar factura, que le pida a su adivino de las velas negras que le enseñe cómo está de contento Pedro Sánchez y su Partido Socialista, que se pellizcan y no se creen el regalazo. Cuando estaban empezando a sentir en sus carnes el arañazo de acordar con los supremacistas la política migratoria catalana, va el Partido Popular y le regala una nueva edición de los dilemas de Carlos Mazón, un pase de la muerte en toda regla.

Es la segunda vez que se la cuela el alicantino al gallego y en ambos casos por el mismo camino y con idénticos colegas. Si ya en 2023 el matrimonio por las prisas de Mazón con la extrema derecha para tocar moqueta en Valencia le costó a Feijóo el riñón y medio de no alcanzar la mayoría de gobierno, ahora, en plena crisis mundial, con Vox convertido en el agente sin encubrir del matón que quiere repartirse el mundo con su colega Putin, el bofetón puede ser aún mayor.

Feijóo no está siendo capaz de marcar agenda alguna, no ofrece a sus electores presentes y futuros un plan que permita pensar que está pensando algo ante lo que está sucediendo en el mundo, no es capaz de construir una alternativa de oposición más allá de oponerse al trilero Sánchez; ni siquiera muestra dotes para el trile, que al menos daría imagen de un líder con alguna fortaleza. Con adversarios así, Sánchez no necesita amigos.

Los votos que pueda quitarle al Presidente su inconsistencia moral, su facilidad para una cosa y la contraria, sus acuerdos con supremacistas antiinmigración, su impune asalto a las instituciones democráticas, la corrupción que salpica sus salones, toda esa política de emborronarlo todo para seguir igual, se los mete por el otro lado la constatación de que ni a un lado ni al otro hay tierra firme, y la que se otea, el pulso del otro gran partido nacional democrático, está demasiado contaminada por sus amigos trumpistas de conveniencia. O al menos les dan argumentos para que sostengan que es así.

Qué fácil se lo están poniendo entre todos.