
Con su permiso
En tu patria o en la mía
Valen, según quién los sufra, los éxodos, las deportaciones o las masacres.

Se reúnen hoy las derechas derechísimas en Madrid para ver si sacan adelante la cosa de la MAGA de Trump pero en europeo, o sea, cambiando la A por la E, y le da a Jesús que es como para que se vea que si el acrónimo trumpista sugiere el poder de la magia, aquí los europeos van a lo grande. Allá una maga, en el viejo continente una mega.
Le llama la atención cómo pretenden avisar del gravísimo peligro de la inflación migratoria en los mismos días en que su líder intelectual, bueno, se dice Jesús por ser riguroso, mejor ideológico que se ajusta más a la idiosincrasia del aludido, está proponiendo la gran migración masiva del siglo XXI, sacando a los palestinos de la tierra amablemente concedida en su día por Israel y concienzudamente borrada del mapa por el mismo país aliado de los USA.
Pues bien, alertan los europeos de Abascal sobre el riesgo de la emigración y ya están preparando sus correligionarios en Washington y también en Israel (encantada su extrema derecha gobernante con la idea de una Florida universal en el territorio que han arrasado a sangre y fuego) un masivo traslado de palestinos por el mundo. Por Europa también, que el Israel de hoy dice que tienen que ser los países europeos que se opusieron a la guerra en Gaza los que carguen con los deportados. Tendrán, supone Jesús, que ejercitar el músculo de la multidireccionalidad, porque además de explicar que está bien eso de sacar a la gente de su casa, o de los restos de lo que fue, y mandarla a recorrer el mundo pero no es saludable llenar los caminos de inmigrantes, se van a ver obligados a contarle a sus votantes del campo, que es uno de los territorios en los que la extrema derecha española consigue bastantes rentas de urna, que está bien eso de que el gran jefe Trump les ponga aranceles a los productos mientras éstos ven cómo merma su exportación hasta la ruina.
Acaso sea esta, se dice a sí mismo Jesús, una mirada demasiado simplista, pero no ve que la realidad de lo que se hace, se dice y se aplaude o se condena en estos tiempos, se distancie mucho de esta mirada de brocha gorda. Que, por otra parte, es la que suelen echar al mundo los populistas para trenzar sus mensajes simples y tentadores.
Por aquí se van a pasar bajo las siglas de PE, patriotas por Europa, que preside el hispano Abascal, líderes como el húngaro Viktor Orbán, un poco el referente de toda esta prole patriótica hasta el advenimiento de Trump, Marine Le Pen, el italiano Salvini, el holandés Wilders, Ventura de Portugal, el estonio Helme o la griega Latinopoulou. La Eurovisión del radicalismo antieuropeo. Entre las melodías que interpretarán, canciones protesta contra lo que llaman fanatismo climático (lo del cambio es una patraña y la emergencia aún más: un embuste liberalsocialista) y la apertura de puertas a la inmigración. Manejan también partituras de amor, pero esas tienen más que ver con el apartado de la raza y la patria. Esta última, por cierto, como parte también de la tarea de resolver contradicciones en que les coloca Trump, porque –se pregunta Jesús– ¿cómo piensan casar la patria propia con la patria común de esa Europa que detestan mientras se refugian en su bandera? Pero seguro que encuentran la forma de hacerlo, como hilarán su militancia antiinmigración con las deportaciones masivas de Palestinos o la subida de aranceles con el golpe al hígado de los agricultores. Menudos son ellos, los patriotas, para resolver situaciones difíciles y proponer soluciones eficaces.
De hecho, se dice Jesús, es precisamente su amplísima disposición a encontrar fórmulas simples ante problemas complejos, de vender motos pintonas donde nadie es capaz de colocar nada, lo que les está concediendo el calor del público y los votos por el mundo. Eso, y la insultante impericia de Europa y las instituciones y políticos que no son capaces de ofrecer respuesta alguna a los grandes problemas globales de salud y economía.
Callan porque no saben. Y ese silencio se le antoja a Jesús atronador. Porque es la puerta a la inaceptable ligereza e insólita atención con que se maneja, por ejemplo, la ocurrencia de una Florida playera y luminosa en Gaza. Como si no implicara una deportación y éxodo masivos de personas que tenían allí su casa y tienen su patria. Su patria, eso de lo que se les llena la boca a los de la derecha derechísima. Pero, claro, vale la de uno, la de los otros no. Como valen según quién los sufra los éxodos, las deportaciones o las masacres. Ser judío en la Europa de los 40 era un horror: te abonaba a ser víctima del nazismo. Ser palestino en el Mediterráneo en 2025 es un golpe de verdadera mala suerte: te destruye Israel la casa y te deporta Trump lejos del lugar al que perteneces. Y no es lo mismo, claro.
Que alguien maneje estos presupuestos como algo a considerar, aunque sea para señalarlo como parte de una negociación da idea del nivel de pobreza de nuestro tiempo.
Esa que alientan y en la que chapotean los de la pandilla patriotera que hoy se reúne en Madrid.
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