El trípode

El pacto de EE UU y Rusia: el Nuevo Orden

«No hay nada oculto que no llegue a conocerse», y a medida que pasan los días, vamos sabiendo de sucesos hasta ahora desconocidos y relativos a dos graves conflictos bélicos.

«No hay nada oculto que no llegue a conocerse», y a medida que pasan los días, vamos sabiendo de sucesos hasta ahora desconocidos y relativos a dos graves conflictos bélicos. Que en concreto están directa y estrechamente vinculados a las dos guerras que actualmente atraen la preocupación mundial: la guerra en Ucrania y la guerra en Oriente Próximo. La primera, como sabemos, comenzó hace más de tres años, el 24 de febrero de 2022; mientras la segunda lo hizo más recientemente, el 7 de octubre de 2023. Los actores principales, públicos y publicados son, respectivamente, Rusia y Ucrania en un caso, y Hamás e Israel en el otro. La geopolítica global ya hacía intuir que, aunque no fuera un hecho público, su evolución y desarrollo debían estar vinculados entre sí y con EE UU jugando un papel, en la sombra, pero sin duda importante. Y en especial tras la elección de Trump como presidente estadounidense. Y en efecto, así ya se va desvelando esa cortina oscura que pone al descubierto los «tejemanejes» vinculados a la diplomacia secreta para establecer el orden global multipolar derivado de la aplicación de la «ley del más fuerte», que es el establecido en el mundo desde que está poblado por el hombre. Y que no es todavía el Reino de Dios en la Tierra (precisamente). Una de esas decisiones ocultas es el acuerdo establecido entre Rusia y EEUU para conseguir el final de ambas guerras, intercambiando la retirada en Siria de la fuerza militar rusa que era uno de los apoyos principales del Partido Baaz del régimen de al-Assad, a cambio del apoyo de EE UU a Putin en el escenario ucraniano. Ya fue sorprendente que una guerra como la civil de Siria comenzada en 2011 en el marco de la Primavera Árabe, finalizara con el derrocamiento del régimen sirio de la dinastía Al Asad en apenas unas semanas a finales del pasado año, el 8 de diciembre. Ahora entendemos por qué Trump, ya electo aunque sin tomar posesión todavía, quiso desvincularse de la toma del poder en Damasco de una franquicia de Al Qaeda, organización terrorista nada menos que tras el 11S de 2001 de Nueva York, con Osama Bin Laden de protagonista principal. Aquella Primavera Árabe derrocó a los mandatarios de Egipto y Túnez, pero no al de Siria –estados significativos de la región– para que en esa zona tan sensible del Oriente Próximo, el polo de referencia sea EEUU con Israel como estrecho aliado. A cambio, Rusia tendría reconocida su zona de influencia en su frontera europea, garantizando la neutralidad de Ucrania. Todo con el concurso de China: Nuevo Orden Tripolar, y con la UE marginal.