Y volvieron cantando
Miriam, diseñadora de interiores
Lo que pretendía Nogueras no era otra cosa que desviar la atención respecto al juicio a su compañera de filas Laura Borràs por la presunta trama corrupta para adjudicar contratos públicos a dedo
Corría el año 89 con el arranque de la cuarta legislatura en nuestra democracia y antes de que el entonces presidente del Congreso Félix Pons les negara la condición de diputados por no jurar la Carta Magna como manda el reglamento, cuando los representantes electos de Herri Batasuna Idígoras Guerrikabeitia, Alcalde Linares y Aizpurúa Egaña comenzaron a hacerse ver por la sala de prensa de la Cortes, muy dispuestos a vender a los cronistas parlamentarios su dudoso material ideológico pero sobre todo, con unas ínfulas nada respetuosas con los símbolos y pilares constitucionales. La respuesta por entonces de los periodistas que, dicho sea de paso, son los verdaderos referentes de una sala de prensa, fue sencillamente la de abandonarla, en lo que resultó un auténtico toque de atención frente a quienes acuden a la sede de la soberanía nacional para «otras cosas». Vengo a recordar el episodio, no para emplazar a los cronistas actuales del Congreso a abandonar la sala de prensa cuando una diputada aprovecha su comparecencia ante los medios para montar el «numerito» de arrumbar a la esquina la bandera nacional –símbolo que preside el Congreso y toda institución– pero sí para señalar algunas cosas que especialmente no pueden permitirse en un una sala de prensa, auténtica ventana de la actividad política frente a los ciudadanos, por no hablar del desprecio a los propios informadores con el burdo gesto del simbólico «cambio de mobiliario» a cargo de la portavoz de JxCat Miriam Nogueras.
Hecha la humilde llamada de atención a mis compañeros de medios nacionales que no tienen por qué apechugar con semejantes escenas en «su» sala de prensa, a nadie se le escapa que lo que pretendía Nogueras no era otra cosa que desviar la atención respecto a las posibles preguntas de lo realmente importante, ya saben, el juicio a su compañera de filas Laura Borràs por la presunta trama corrupta para adjudicar contratos públicos a dedo. Curiosa elección de retoques al mobiliario por parte de la portavoz independentista eligiendo una bandera a la que, dicho sea de paso, no parece que le hiciera muchos ascos cuando participaba hace solo tres años entre uniformes de las fuerzas armadas y la, por entonces, enseña nacional tan «chula» como la europea, en un curso de defensa impartido en el CESEDEN, como lo leen. Un caso más de supervivencia política a costa de carecer de principios.