Tribuna
Malabarismos para vencer sin convencer
Sánchez, sin ganar las elecciones, resultó elegido presidente sin discernir la naturaleza –tanto desde un punto de vista ético como el de la legitimidad constitucional– de los pactos que debía hacer
A nuestro discutido y discutible presidente hay que reconocerle una acusada habilidad para los juegos malabares dialécticos, combinándolos con la sucesión ininterrumpida de titulares indignantes, cuya única misión es cultivar la división y hacer que se olvide la fechoría anterior. Esta incuestionable habilidad es potenciada hasta límites insospechados, por una parte, por el servilismo al uso de un partido sin norte y sin proyecto porque todos los que gozaban de ambos (norte y proyecto) o se han ido o los han echado. El otro elemento potenciador lo representa esa nutrida cohorte de periodistas que «le hacen la ola» sin recato alguno. Es tan obvia esa ausencia de pundonor profesional, en unos y otros, que puede resultar incluso patética.
No podemos detenernos en los primeros pero bastaría con citar sólo a los cinco adalides de los malabarismos de Sánchez: el inefable Sr. Bolaños –«más Bolaños que señor» en feliz expresión de Cayetana Álvarez de Toledo; el vacuo Patxi López; el decepcionante Fernando Marlaska que vendió la honorabilidad por el fango; el tan aguerrido como asilvestrado Óscar Puente, que compite con «su gran jefe» en la producción de titulares provocadores y, más recientemente J. Manuel Albares que imitando el desparpajo del impostor cubre sus miserias tanto en Marruecos como en Venezuela. Omito citar a ministras por elemental sororidad, aunque en honor a la verdad flaco servicio hacen a la causa del feminismo y la feminidad, que sin ser sinónimos son inseparables.
Todos sabemos que Sánchez no ganó las elecciones generales, pero gracias a su mencionada destreza en los confusos y contradictorios «malabarismos» resultó elegido presidente sin discernir la naturaleza –tanto desde un punto de vista ético como el de la legitimidad constitucional– de los pactos que debía hacer con un «totum revolutum» de partidos a los que sólo les unía su deslealtad a la Constitución y su común empeño en descuartizar la Nación española. No le importó si eran de eso que se llama «izquierdas o derechas», ultraizquierda, comunistas (camuflados como «socialistas del siglo XXI»), terroristas blanqueados o meapilas (con perdón) seculares, la derechona nacionalista con toques etnicistas. Le dio igual, los votos son votos: se alió con todos menos con los defensores de la concordia que propició la ejemplar Transición a la Democracia española, que se materializó en la Constitución Española de 1978, es decir en una democracia liberal moderna.
Con todos estos pactos «contra natura» la capacidad de supervivencia del actual gobierno requiere de un experto malabarista –hasta límites que lindan con la psicopatía–, que no duda en ceder y ceder a las exigencias de los enemigos internos (amnistía a la sedición y al terrorismo, rebajas al delito de malversación, el «cupo catalán» inasumible, etc, etc) y recurrir a las prebendas de los peores enemigos externos, entre otros el Grupo de Puebla. Esta mezcolanza se mantiene unida por el interés compartido en un proyecto deconstituyente que se desarrolla burlando los legítimos procedimientos constitucionales y violando todos los límites elementales de una democracia.
El hartazgo de los ciudadanos, no sin un componente de indignación y profunda humillación, ha tocado techo ante la evidencia de cómo se enmascara un tramposo proceso deconstituyente de la España constitucional, próspera y con prestigio internacional con interminables insultos pueriles de ultraderechismo a quienes la defienden, con más o menos acierto, pero la defienden, sean políticos, jueces o periodistas. Los planes de Sánchez tienen un recorrido corto, es la historia natural de los impostores que quedan irreversiblemente atrapados al aferrarse a sus perversas fantasías. La historia nos proporciona ilustrativos ejemplos. Sánchez acusa de las evidencias que le salpican a los «pseudomedios o esa máquina de fango», pero la prensa internacional se hace eco, hasta The Economist iniciaba hace unos días su información internacional con este incuestionable titular: «Pedro Sánchez clings to office at a cost to Spain’s democracy», es decir, que se aferra a su cargo a costa de la democracia de España e iniciaba la información como sigue: «Avanzaremos con determinación... con o sin la ayuda de la legislatura dijo Pedro Sánchez, primer ministro de España, en una reunión de su partido (…) Esto sonó como una declaración de dictadura. De hecho, fue un reconocimiento de sus difíciles circunstancias. En el cargo desde 2018, Sánchez es el gran superviviente de la política europea, un estratega astuto y despiadado».
Los españoles, incluidos los que siguen votando al PSOE no queremos como reza la convocatoria de la «Plataforma por la España. Constitucional»: Un proceso que no cuenta con las mayorías exigidas, en el que no hay líneas rojas conocidas y que lastrará irreversiblemente el futuro de nuestro país, haciendo endémica la piñata en la que en los últimos años se ha convertido la política española, conduciéndonos a una democracia vaciada de contenido y a una España dividida, desarticulada y menguada, sin fuerza para defender los intereses de sus ciudadanos.
Por estos motivos estamos todos convocados a la Plaza de Castilla el próximo día 20 de octubre a las 12:00 horas, para defender la unidad, la dignidad, la ley y la libertad y exigir un Gobierno que defienda la democracia real, la Constitución y, en último término, la España que queremos la inmensa mayoría de los españoles. ¡Elecciones generales, ya!
Inma Castilla de Cortázares catedrática de Fisiología Médica y Metabolismo, vicepresidente de la Fundación Foro Libertad y Alternativa (L&A).
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