
La columna de Carla de La Lá
Machista eres tú
Machistas somos todos porque crecimos en un mundo donde serlo es la configuración, el software.

Eres machista. Y es normal. Lo soy yo, lo es tu vecina de la pancarta, la prima que se ha leído todos los libros de Chimamanda. Lo es el novio aliade de tu hermana que lleva el niño en brazos como si fuera voluntariado. Machistas somos todos porque crecimos en un mundo donde serlo es la configuración, el software.
En cualquier caso, analicemos con positividad y fair play algunas áreas de mejora: El machismo no se trata, en Occidente, de un grupo de trogloditas conspirando contra la liberación femenina. No. Es tu pareja. Es tu amigo que dice que no le molesta que su novia gane más que él, pero la considera "intensa". Es ese amigo que en el bar presume de su chica porque "no es celosa", como si fuera una foca bien adiestrada. Es la mujer que dice que las chicas son "más complicadas". Y es que lo somos, joder ¡para no serlo!
Tú y yo, las deconstruidas. Las leídas, discutidas, revisadas. Que seguimos asumiendo roles injustos, adaptándonos, minimizándonos. Lo que pasa es que "él no se da cuenta" (tu pareja es un jarrón). Seguimos pidiendo disculpas, disimulando, sonriendo educadamente, creyendo que la inteligencia nos vuelve menos deseables, porque lo hace. Seguimos temiendo no ser elegidas.
Dismorfofobia. Una de las anomalías cruciales de la mujer en la historia ha sido, y es, el pudor, donde no hemos sido pudorosas de nuestros genitales, no especialmente: ¡Hemos sido, y somos, pudorosas de nosotras mismas, de nuestra propia naturaleza, de nuestro ser! ¡Cuánto daño nos ha hecho la poesía!
La serie Girls nos enseñó algo inédito, la plena aceptación del cuerpo de la mujer. Para los que no la hayan visto, la serie se centra en la vida normal de una chica de Brookling. Atrás quedaron los cuerpos perfectos, los estilismos perfectos y los restaurantes perfectos de Sexo en Nueva York. Girls exhibe, sin contemplaciones, el cuerpo desproporcionado y flácido de una chica gorda egocéntrica y neurótica, bastante fea, que lucha por encontrar su sitio; la protagonista me cae fatal, nunca sería amiga suya, me parece una persona tarada, glotona, descontenida, patológicamente desinhibida y promiscua_la promiscuidad es la nueva forma de ser hortera_envidiosa, desagradecida, histriónica, narcisa, maleducadísima y guarrindonga, que come patatas fritas en la cama.
Sin embargo, recomiendo la serie a todos, hombres y mujeres, especialmente a los hombres con poca formación en materia de mujeres y, claro, a las mujeres con poca formación en materia de mujeres. Al principio les resultará duro, pero será saludable.
El sexo, igual. Nos desvivimos por la belleza de la performance. Creemos que somos libres, pero cargamos con la responsabilidad del deseo ajeno, convencidas de que ser amadas depende de ser deseadas. Y si no nos desean, el fallo es nuestro.
Y la maternidad…Esta es la trampa definitiva. Nos desfondamos, lo entregamos todo. Y en la adolescencia, cuando los hijos se rebelan, pensarán que su madre (que renunció a 7 promociones y medio cerebro) es una histérica y tiene razón ¡lo eres!. Y el padre, que pasaba por ahí, la figura ecuánime.
Parece una tontería ser madre de varios hijos y trabajadora pero no lo es en absoluto, “un día te quiebras y acabas en el psiquiatra tomando ansiolíticos como lacasitos y te coges una baja de un año porque no quieres salir de debajo de la cama”. Me lo dice una amiga a la que se le cruzó la maternidad porque trabajaba muchísimo y estaba casada con un inútil integral. Así que se inclinó por hacer unas podas y se divorció de su inservible marido_lo que no ayuda que no estorbe_ y se dispuso a cuidar de sus hijos y sus negocios hasta acabar total y absolutamente trastornada en un monólogo eterno y delirante en el que me contaba, que instruía a sus hijos para que no tuvieran hijos. Y les obligaba a jurárselo.
La mayoría de las mujeres somos demasiado altruistas y abnegadas y lo que tenemos que hacer es echarle un pelín de psicopatía controlada ¿qué tal?
Nos divorciamos, claro; pasado el shock hormonal, llega la revelación: no es que los hombres cambien y no es culpa suya. Nos han educado para no ser "exigentes”. El estándar está tan bajo que un tipo que no sea abiertamente gilipollas parece un príncipe azul. El que hace una paella ramplona el domingo, el que cambia un pañal, el hombre fiel. Parece un príncipe pero no lo es y sobre todo, ¿queremos ser princesas? ¡Claro que no!
¿El XXI es el siglo de las mujeres? Ni idea. Instruyamos a nuestros descendientes desde el paritorio. No como nuestras madres, pobres, factoría de machismos sin maldad, espero: “Encontramos el mismo proceso en los jugadores, los drogadictos, todos los que se vanaglorian por pertenecer a una cofradía determinada y al mismo tiempo se sienten humillados por ello, tratan de ganar adeptos con ardiente proselitismo; así las mujeres cuando se pone una niña en sus manos, se consagran con un celo en el que la arrogancia se mezcla con el rencor, a transformarla en una mujer como ellas” Simone de Beauvoir, El segundo Sexo, Vol. II.
Yo hui del matrimonio como Papillon, no soy conformista, no me disgusta estar sola y no tengo el antídoto contra el patriarcado, pero lo prefiero. Prefiero el machismo a la victimización. No más "oh, cielos, el patriarcado nos oprime". No. Riámonos, tomemos nota y huyamos de la mediocridad. No más "pobrecito, no se da cuenta".
La castradora. Un clásico mujeril es tratar a nuestras parejas desde una enfermiza y antiestética superioridad maternal. Me refiero a esa pesada sofocante todo el día detrás, no bebas, no fumes, recoge esto, por qué has hecho lo otro…
Mi madre dice que las mujeres de hoy nos quejamos de vicio, que no es para tanto...Que las feministas somos unas exageradas, que peor estaban las judías en Ravensbrück, 1941, que peor estuvieron los colonos durante la expansión de la frontera de los Estados Unidos de América hacia la costa del océano Pacífico, desde el s XVII hasta bien nutrido el XX, que es peor ser de la India, donde un 80% de los habitantes, 700 millones de personas, viven con menos de 1,25 € al día.
¡Que sí, mamá! ¡Que el machismo no es para tanto! Ni que la sociedad descanse sobre nuestro incansable trabajo, sin reconocimiento... Mujeres autoexigentes, mujeres “todoterreno”, estrés, envejecimiento celular, ansiedad, depresión... Porque ¡Nada es para tanto! Y si cae un meteorito ahora mismo y se hunde España entera tampoco es para tanto, y si un monstruo marino se traga Europa al completo, tampoco, ya mami, ¡ya!
Ni caso compañeras, sigamos peleando, pero con la certeza de que, al final, nadie nos va a dar un diploma. La igualdad no es una medalla es un territorio que se ocupa. Sigamos adelante, no porque nos vayan a dar las gracias, sino porque nos da la gana, por diversión. Es divertido no conformarse. No conformarse es vivir. Y sobre todo, es divertido ver la cara que se les queda cuando lo hacemos.
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