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El canto del cuco

La farsa catalana

A Puigdemont lo aclaman sus seguidores como si fuera Tarradellas. En realidad, no pasa de ser una caricatura tragicómica

El regreso del fugado de la Justicia es lo que faltaba para completar el elenco del esperpento político catalán. Dirige la farsa Pedro Sánchez, con Zapatero de guionista e Illa de protagonista accidental. Puigdemont irrumpe de pronto en la escena como antagonista tragicómico, rodeado de una amplia comparsa nacionalista. Completan el reparto Josep Rull, presidente del «Parlament», Pablo Llarena, juez del Tribunal Supremo, y, entre bastidores, el inevitable Conde-Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional, por si hay que echar una mano y librar de la cárcel al que se escapó en el maletero cuando entonces y vuelve ahora tan campante.

A Puigdemont lo aclaman sus seguidores como si fuera Tarradellas. En realidad, no pasa de ser una caricatura tragicómica. El ha vuelto para impedir que un socialista, aunque sea un nacionalista camuflado con pinta de no haber matado una mosca, presida el Gobierno de Cataluña. Cree que eso le corresponde a él después de siete años de «exilio». Confía en la amnistía. Se ha cansado de esperar y viene dispuesto a enredar. Sabe que la continuidad del Gobierno sanchista depende de él. Es su gran baza y parece dispuesto a jugarla. Las últimas contrapartidas arrancadas por ERC en Madrid, empezando por la soberanía fiscal, a cambio de entronizar al pobre Illa en la «Generalitat», no le cambian de opinión ni le convencen. No se fía un pelo de Pedro Sánchez. Pero tampoco de los Junqueras, Aragoneses y Rufianes.

Desde la platea asisten perplejos a la representación, con la concesión anticonstitucional del cupo, los «barones» y las figuras históricas del partido centenario. Saben que con eso se rompe la igualdad y la solidaridad entre los ciudadanos, razón de ser del socialismo. Hay un clamor general contra semejante desatino. El escenario nacional se oscurece mientras el presidente se va de vacaciones. La farsa catalana puede acabar mal. Los socialistas cargan con la mayor culpabilidad. Juan Luis Cebrián calificaba el miércoles en The Objective a Sánchez, Illa y Zapatero de «el trío de la bencina». No cabe duda de que el explosivo artículo lo firmarían, en líneas generales, Felipe González, Alfonso Guerra y Nicolás Redondo. Los tres han dado señales suficientes de disconformidad esta semana con lo que está pasando. «Si la justicia, la prensa y las urnas –dice el creador y antiguo director de El País– no ponen coto al desvarío moral e intelectual de estos personajes –Sánchez, Illa y Zapatero–, acabarán incendiando peligrosamente nuestra convivencia». Puigdemont es lo de menos. En realidad, su vuelta tiene algo de quijotesca. También don Quijote fue derrotado en Barcelona y recobró así la cordura.