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Tribuna
Europa First
Lo malo es que se nos ve venir. Todo el mundo sabe lo que vamos a hacer y lo que no vamos a hacer. Por eso a Zelenski le vapulean, pero a nosotros nos ignoran, que es peor
Lo ocurrido en el Despacho Oval de la Casa Blanca entre Trump y Zelenski contiene tantos elementos de hiperrealpolitik como de escenificación. Por un lado, no es nada habitual ver así al desnudo los verdaderos entresijos de la política, ni doméstica ni internacional. La opinión pública es cada vez más yonqui de los relatos para niños y a la carta. Nunca había habido tantas oportunidades de saber lo que pasa y nunca había habido tanta gente decidida a no enterarse. Comparemos lo difícil que fue en los años 40 averiguar qué sucedía realmente en los campos de exterminio nazis con el descaro del 7 de Octubre. Que Hamas carezca de un Eichmann que haga más eficiente el segundo Holocausto judío, no le resta un ápice de horror. ¿Qué sentido tiene llorar por Anna Frank y desdeñar el martirio de los niños Bibas?
Por eso resulta significativo ver a Trump y Zelenski desnudar de forma tan descarnada sus diferencias. Tan insólita fue la sinceridad del choque, que por eso mismo cuesta creer que fuera sincero. Parece una contradicción, pero no: igual que la física demuestra que observar una partícula la modifica, la política modifica para bien y para mal todo aquello que verbaliza. No es raro que muchos analistas hablen ya abiertamente de «encerrona», percibiendo que el revolcón de Trump a Zelenski fue premeditado. ¿No es raro tener un «encuentro informal» con periodistas justo antes de una rueda de prensa formal? ¿Y que en ese encuentro se vetara la asistencia de Reuters o Associated Press, mientras se permitía la entrada a la agencia rusa Tass (el Pravda de Putin), oficialmente por «error»? En cuanto a Zelenski, ¿alguien pensaba que se iba a presentar de frac, o que se iba a quedar callado? Precisamente porque Trump es un «hombre de negocios», suele saber con quién negocia y para qué.
Habrá que esperar un poco para aquilatar causas y efectos de todo esto. Pero ahí van algunas reflexiones provisionales. La primera: las tierras raras ucranianas ni valen tanto, ni son las únicas en el mundo. Si eso es todo lo que preocupa a Trump, Putin seguro que le puede mejorar la oferta. Sea con los recursos propios y legítimos de la inmensa Rusia, sea con el dominio que en la práctica ya tiene de los que pertenecen a Ucrania. ¿Y si Zelenski fue llamado al Despacho Oval simplemente para mejorar la posición negociadora de Estados Unidos? Moscú quiere que la OTAN no amenace lo que considera su «espacio vital» en el Este de Europa, Washington quiere que Moscú le ayude en la guerra comercial contra China y deje caer los obstáculos para la paz en Oriente Medio. Humillar a Zelenski en público puede haber sido una manera de sellar esa alianza.
¿Y en Europa, qué? Volviendo a los relatos a la carta, ahora nos pasaremos unos días oyendo a nuestros líderes cantar maravillas del heroísmo de Zelenski. Como se cantaron del opositor ruso Navalni (después de muerto) o del antichavista Edmundo González, al que no se ha vuelto a ver en Venezuela.
Obviamente si Europa fuera lo que cree que es, ya nos estaríamos moviendo para tomar la iniciativa. Pero si no la tomamos en 2014 -que es cuando realmente empezó la invasión rusa de Ucrania, nos quisiéramos enterar o no-, ¿por qué alguien se va a creer que lo haremos ahora? ¿Cómo empezó y acabó la guerra de Bosnia?
Se puede comprender a Trump en algunas cosas. Yo comprendo su America First. Menos entiendo que no se responda con un Europa First. Incluso las personas y formaciones de aquí que se puedan sentir más ideológicamente cercanas al actual presidente de Estados Unidos, ya que le admiran tanto, deberían imitarle en lo de defender a tu gente primero. Antes de que nos cruja a aranceles, deberíamos abrirnos a otros mercados, como el indio o el chino. Y tomarnos en serio, muy en serio, nuestra autonomía energética y defensiva. No meramente usar eso de señuelo para mutualizar el gasto militar europeo y volver a elevar a la estratosfera la deuda de países como el nuestro.
Lo malo es que se nos ve venir. Todo el mundo sabe lo que vamos a hacer y lo que no vamos a hacer. Por eso a Zelenski le vapulean, pero a nosotros nos ignoran, que es peor. Porque no inspiramos respeto ni damos miedo a nadie. Es como si Churchill y De Gaulle no hubiesen nacido. O el Muro de Berlín no hubiese caído nunca.
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