El trípode
España sin gobierno
En una democracia parlamentaria ante un escenario de estas características es muy claro lo que cualquier jefe de gobierno haría en estos casos, que es dimitir o convocar elecciones dándole la voz al pueblo
Si para algo ha servido la comparecencia de ayer en el Congreso por parte del actual presidente del Gobierno, ha sido para confirmar que su afirmación de meses atrás ante la cúpula de «su» partido es cierta. Es decir, que su voluntad rotunda es la de seguir en el Gobierno «al margen de lo que haga el Congreso». Lo que como es sabido significa la negación de la misma identidad de una auténtica democracia parlamentaria. En la lógica argumental de su ministra de Educación y portavoz del Gobierno -además de virtual jefe de la oposición en las Cortes de Aragón- «podría haberse ahorrado ir al Congreso para evitar hacerles perder el tiempo a Sus Señorías». Porque todo lo que dijo ya se conocía a través de los medios de comunicación. A saber: que no hay «rearme militar» y que no hay ningún plan de defensa ni presupuestos. Y ni siquiera gobierno. La posición política de su socio Sumar, con su vicepresidenta mirando sus papeles durante toda su intervención -y su portavoz oponiéndose a ese rearme militar porque la única amenaza «es la del cambio climático-», es suficiente para acreditarlo. Y, por si fuera poco, que obviamente no lo es, además de dichos socios de gobierno, todos sus aliados parlamentarios salvo una excepción se manifestaron con firmeza contra su voluntad de un (inexistente) «rearme» militar, porque ya sabíamos que no le gusta esa denominación. O sea que para lo que sin duda sí que fue útil esa comparecencia fue para demostrar tras escuchar las intervenciones de los portavoces de esos grupos -gracias a los que llegó al gobierno y ahí le mantienen- que Sánchez no puede hablar en Europa y el mundo de esta tan importante cuestión en nombre del gobierno de España. Por la evidencia de que no hay gobierno -ni Parlamento- que apoye su política al respecto. En una democracia parlamentaria ante un escenario de estas características es muy claro lo que cualquier jefe de gobierno haría en estos casos, que es dimitir o convocar elecciones dándole la voz al pueblo. Lo preocupante es que, en todo el sanchismo, comenzando por su cabeza y llegando a todos sus integrantes, no exista ni una sola persona que se plantee siquiera la posibilidad de conjugar el verbo dimitir de sus cargos. Y que una vicepresidenta y varios miembros del gobierno defiendan que España debe salir de la OTAN, o negarse a apoyar la considerada como necesaria política de defensa de la UE, independiente de los EEUU, mientras otros apoyan exactamente lo contrario. El actual gobierno es tan solo un «objeto inútil» para conducir a España.