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Los puntos sobre las íes

Sánchez arma a Putin

Hay expertos del sector que aseguran que estamos importando más gas putiniano que nunca

José Luis Ábalos, tipo políticamente muerto donde los haya, sirve para un roto y para un descosido. Un maravilloso comodín para que no se hable de Pedro Sánchez, ni de sus autocratadas, ni de sus corruptelas, ni de la tetraimputada Begoña Gómez, ni del pentaimputado David Azagra, ni de las carantoñas presidenciales con ETA, ni de los constantes regalos competenciales a quienes protagonizaron el 1-O, ni de Santos Cerdán, ni de Ángel Víctor Torres, ni de Tito Berni, ni de los numerosos golfos y puteros que pueblan el PSOE. Siempre que nos centremos en el histórico lugarteniente de Pedro Sánchez, en sus señoritas de compañía, en los 2 millones procedentes de mordidas que esconde en Brasil, en las que le exigió a Aldama, arrinconaremos lo mollar, que es la mangancia protagonizada por el number 1. Resumiendo que es gerundio: más Ábalos es menos Sánchez. El caudillo monclovita está encantado de que por arte de birlibirloque (o no) hayan aparecido Jésica, Adriana, «Alini mi oportunidad», Ely e Iris. El lógico morbo y escándalo que provoca que un ministro haya sufragado con dinero público sus intercambios de fluidos difumina el tenebroso escenario que rodea a Pedro Sánchez. Yo me declaro culpable de haber caído en esa trampa. Por eso, entre otras cosas, he ido retrasando la columna que tienen entre sus manos. Hacía semanas que quería hincarle el diente a la nueva tomadura de pelo que supone que el sucesor de Franco a título de caudillo ponga por un lado a parir a Adolf Putin, con toda la razón del mundo, mientras por otro hincha los bolsillos del envenenador y asesino que preside Rusia. Occidente en general y España en particular anunciaron en febrero de 2022, nada más producirse la invasión de Ucrania, que congelaban los bienes del Estado ruso y de los criminales que lo dirigen. Las sanciones del mundo libre no quedaron ahí: también prohibieron cualquier tipo de transacción comercial con la nación más extensa de la tierra. Como no podía ser de otra manera, nuestro todavía presidente ha sido el más mentiroso de todos los líderes europeos. Mientras sus homólogos mitigaban su repugnante contradicción con el silencio, él sacaba pecho cual pavo real. «Vamos a apoyar a Ucrania todo el tiempo que sea necesario», manifestó en una entrevista concedida a la CNN coincidiendo con la última Asamblea General de Naciones Unidas en Nueva York. Pues bien, ese respaldo se ha traducido en la compra de ¡¡¡8.900!!! millones de euros de gas ruso por parte del Reino de España desde febrero de 2022. Que el marido de Begoña Gómez es un insuperable monumento al cinismo lo certifica también el hecho de que somos el cuarto país europeo que más gas ha adquirido a la dictadura que encarcela o hace desaparecer disidentes, asesina periodistas y envenena a sus exiliados. Las cifras probablemente estén maquilladas toda vez que muchos de los metaneros que traen a nuestros puertos gas licuado ruso navegan con bandera falsa o bajo pabellón de países amigos para sortear el catálogo de penalizaciones. Aunque teóricamente en términos absolutos estamos por debajo de las compras preinvasión, hay expertos del sector que aseguran que estamos importando más gas putiniano que nunca. Explican que las cifras oficiales están viciadas por la dificultad que existe para dilucidar el origen de los barcos. Las comparaciones siempre resultan odiosas pero ésta es moralmente escandalosa: España ha transferido a Rusia 8.900 millones por el preciado material, casi 7,5 veces más que la ayuda directa otorgada a Ucrania, 1.200 kilos. Millonazos con los que Putin conseguirá más armas para seguir matando ucranianos. Y ya van por 65.000 las víctimas mortales.