El trípode
España, ante una batalla espiritual
La imagen de España ante nuestros 26 socios de la UE, –en pleno semestre de nuestra presidencia rotatoria «pro tempore»–, de que sea un prófugo de la justicia en cuyas manos esté el futuro gobierno, resulta bochornosa.
El resultado de las elecciones aboca a la indignidad de que el Gobierno de España esté en manos de partidos cuyo común objetivo es precisamente el de acabar con la «indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible de todos los españoles». Esta es la expresión literal del articulo segundo de la Constitución recogida como «fundamento» de la misma, y es suficiente para caer en la cuenta de la sima ética, moral y política en la que nos encontramos. Nunca podían imaginar todas las minorías parlamentarias integradas por comunistas, nacionalistas secesionistas condenados por golpistas y secesionistas representantes políticos de ETA, que pudiera España encontrarse ante una situación como ésta y con Puigdemont de director de la orquesta. Un dirigente separatista que lideró al frente de la Generalitat un golpe contra todo el orden constitucional y estatutario para conseguir la independencia de Cataluña, y que tras fracasar huyó al extranjero escondido en el maletero de un coche. Por cierto, hay que reconocer que algunos, , encabezados por el Vicepresidente Oriol Junqueras, al menos tuvieron la gallardía de no huir y asumir sus responsabilidades ante la ley. La imagen de España ante nuestros 26 socios de la UE, –en pleno semestre de nuestra presidencia rotatoria «pro tempore»–, de que sea un prófugo de la justicia en cuyas manos esté el futuro gobierno, resulta bochornosa. Por supuesto que los políticos y los partidos, y la opinión publicada en los medios en la sociedad de la información en la que vivimos y que conforma la opinión pública, tiene mucho que ver con esta situación, pero la causa de lo que sucede es todavía más profunda. No puedo olvidar unas palabras que escuché en 2015 por boca de Benedicto XVI, en el Monasterio Matter Ecclesiae, sito en los jardines vaticanos, en donde residía como Papa Emérito. Ante su afirmación de que «el diablo odia a España por los servicios prestados a la Iglesia:por la evangelización de América; por su papel durante la Contrarreforma, etc.», y que por eso «la quiere destruir». Enunció los medios para derrotar al diablo en esa batalla... Y no fueron esos medios, bombas, tanques y soldados , sino «humildad, oración, sufrimiento y devoción a la Santísima Virgen». Es decir, armas espirituales, porque la batalla no es política ni militar sino espiritual. Y España en esa batalla, en un proceso de clara apostasía y de descristianización, corre un serio riesgo de perder su identidad nacional e histórica. Y quienes deberían hablar callan como «perros mudos». A Santa Maravillas de Jesús el SCJ se le reveló: «España se salvará por la oración».
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