Insensateces
Menopáusicas
Que las mujeres nos sentimos descatalogadas a partir de los cincuenta, porque aún cuesta contarlo
Perdonen si les molesto, pero peor es pedir y robar. Miren, soy menopáusica. Pero vamos, no reciente. Que yo ya me he pasado el juego. Conozco a un montón de amigas, menopáusicas todas (qué buen nombre para un grupo de rock femenino), que diversifica síntomas. La que no está medicada de la cabecita, lo está por el insomnio, los sofocos, la falta de apetito sexual o la sequedad vaginal. Por no hablar de los kilos, la hipotonía y las ganas de irte a la mierda. Lo mío es lo de la sequedad, para que vaya quedando claro que no quiero, ni pienso, ni me parece bien ocultarlo. Porque es algo en lo que no he trabajado, no me lo he buscado, ni tampoco lo merezco. Tratar de entenderlo me llevó mucho tiempo. Tratar de que los hombres lo entiendan y no te traten como deshecho de tienta va a llevar varias generaciones, siendo muy optimistas.
Es verdad que hay señores que se ocupan, que intentan entender, que esquivan los términos de «histérica», «estrecha», «vieja». Pero son los menos. Pocos se ocupan por saber y poco hablamos de ello también las mujeres. Incluso entre nosotras. Por eso quiero dar las gracias a Alicia Torija, Diputada de Más Madrid, que lleva mucho tiempo contando en primera persona sobre todas las consecuencias de esta etapa del climaterio y lo que conlleva después. Alicia ha gastado muchos minutos de sus intervenciones para dejar claro que hay un porcentaje enorme de tías que nunca han recibido información alguna sobre cómo mitigar los efectos de la menopausia. Casi un 40%. Que no se nos cuentan las consecuencias mentales, familiares, sexuales, sociales. Que se trata como una enfermedad cuando la enfermedad llega cuando no se trata. Que las mujeres nos sentimos descatalogadas a partir de los cincuenta, porque aún cuesta contarlo. Porque la Sanidad Pública te aboca a las hormonas, sin más remedio y, ni tan mal. Sólo las que tienen dinero pueden acceder a otros tratamientos, como si esto fuera hacerte un retoquito en la frente. Como si pudiéramos elegir, me cago en la leche.
Benditas las mujeres que llegan a mayores, porque de ellas es el reino de todos los esfuerzos por seguir vivas.
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