
El canto del cuco
Eduardo Serra
Puede decirse que estamos ante un líder silencioso, honrado y eficaz, fuera de las banderías habituales. Se trata –rara avis– de un político independiente, un servidor del Estado y de la Corona, un verdadero patriota.
Eduardo Serra acaba de recibir el Premio al Líder Humanista 2024, que concede la Fundación Independiente. Es un galardón a «la cultura del esfuerzo, el compromiso individual y ético , el coraje cívico y la defensa del humanismo», con la persona como centro de todo. Nunca le gustó hacer ruido. Por eso, seguramente, no ha tenido hasta ahora el reconocimiento público que merecía. Puede decirse que estamos ante un líder silencioso, honrado y eficaz, fuera de las banderías habituales. Se trata –rara avis– de un político independiente, un servidor del Estado y de la Corona, un verdadero patriota. Su actuación en la vida pública contrasta con la penosa realidad actual. Es autor de «Las claves para transformar España: la sociedad civil toma la palabra».
Estamos ante un político de amplio espectro, que no se afilió a ningún partido y que ocupó altos cargos con UCD, con el PSOE y con el PP. Es, por tanto, un ejemplo vivo de tolerancia y transversalidad, enemigo de extremismos, de bloques y de muros, que tanto daño están haciendo a la convivencia democrática. Abogado del Estado, con el número uno de su promoción, domina los entresijos de la Administración, es un brillante hombre de empresa, habría sido un gran ministro de Asuntos Exteriores y es, sobre todo, uno de los mayores especialistas, si no el mayor, en política de Defensa. No en vano fue subsecretario de este Ministerio con Calvo Sotelo, secretario de Estado con Felipe González –le llamaban «Serra, el chico»– y ministro con Aznar. En esa última etapa, tuve el honor de trabajar a su lado en el Ministerio donde descubrí su categoría humana y la de los militares. Así que sé lo que digo. Y el afecto que le tengo no obnubila, creo, mi objetividad.
Bajo su dirección y sus desvelos, se incorporó España a la estructura militar de la OTAN, se suprimió el servicio militar obligatorio ante la avalancha de objetores de conciencia, se impulsó la modernización y profesionalización de las Fuerzas Armadas y se generalizaron las misiones de paz. (Recuerdo que vivimos de cerca la crisis de Kosovo, en un helicóptero perdido sobre la nieve). Fue un verdadero salto adelante en la política de Defensa. La pasada semana, a propósito del rearme europeo y del atraso español en este campo, Eduardo Serra declaraba en «El Español»: «A quienes hemos pasado por el Gobierno debería darnos vergüenza no haber gastado más en Defensa». Él viene reclamándolo desde 1977. En esto es radical frente al antimilitarismo. Llega a simplificar: «Los carros de combate son necesarios para que haya escuelas y hospitales».
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