Golpe de Estado en Venezuela

El régimen de Nicolás Maduro ha consumado el golpe de Estado que inició desde que la oposición se hiciera con la mayoría de la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas de diciembre de 2015. La estocada final la ha asestado a través de una sentencia del Tribunal Supremo que transfiere al Gobierno bolivariano las competencias del Parlamento, aunque en realidad nunca las perdió. El heredero de Chávez no iba a permitir a los críticos tomar el control de la institución en la que reside la soberanía del pueblo, el lugar más sagrado en cualquier democracia. Si a alguien le quedaba alguna duda de que Venezuela está sometida a una dictadura con mayúsculas, aquí está la prueba irrefutable. La Organización de Estados Americanos (OEA) no tiene tiempo que perder. Debe expulsar a Venezuela cuanto antes si no quiere acabar siendo irrelevante y jugar el papel de comparsa de un país en el que la libertad ha sido cercenada. Pero no sólo debe actuar la OEA. La comunidad internacional al completo ha de dar un paso adelante y hacer lo imposible para que los venezolanos sepan que no están solos. Hemos entrado en un punto de no retorno en el que las manifestaciones en las calles no bastan. Es evidente –como dijo un líder opositor– que el régimen agoniza y que estas maniobras podrían ser sus últimos estertores, pero Nicolás Maduro no es de los que se va en silencio y eso hay que tenerlo muy en cuenta.