«De Bellum luce»
La devoción real de los escuderos de Sánchez
Resulta que el que se atribuye la legitimidad de regenerador de la sociedad está entre los principales intoxicadores del reino
Cada nueva semana se puede hacer una colección amplia de declaraciones o de tomas de posición de algún miembro del Gobierno que necesitaría ser pasada por el filtro de esa agenda de regeneración anti bulos que el jefe del Ejecutivo no llegó a concretar en el Congreso. La relación de todo gobierno con los medios de comunicación siempre es conflictiva. Pero esto ya no va del pulso normal que mantiene un gobierno con sus fiscalizadores mediáticos. Resulta que el que se atribuye la legitimidad de regenerador de la sociedad está entre los principales intoxicadores del reino, y sus militantes escuderos, que compran los argumentos que escriben en Moncloa, tienen tanta devoción por el líder como grande es su necesidad económica. No hay lealtades inquebrantables sostenidas solo en motivos ideológicos, sino que detrás lo que hay son deudas e intereses materiales vestidos de causas sociales, en el mejor de los casos, que pueden quedar, eso sí, muy bien ante la opinión publica, mucho mejor que la mayoría de las de la derecha porque en eso son muy hábiles. Cuando la realidad es que la máquina no tiene más fondo que el business de toda la vida.
Estos días me ha llamado la atención la confidencia de que en la negociación con el PP sobre la renovación de las vacantes pendientes, entre ellas la del gobernador del Banco de España, aunque puede parecer increíble, en la mesa para aproximar posturas entre el Gobierno y los populares nunca llegó a estar expresamente el nombre del ministro Escrivá, al que bendijeron desde la prensa oficial de Palacio. Cada vez que los representantes del PP en la negociación salían de una reunión, lo hacían vacíos de nombres: llegaban a Génova, les preguntaban y no tenían propuesta, aunque sí habían recibido mucha presión de sus interlocutores para que dijeran quién era su elegido como número dos de la institución. Es la manera de hacer las cosas en Moncloa.
Por cierto, Moncloa lleva además tiempo instalada en una dinámica de conspiración que ha llevado al presidente a perder la compostura. Lo hizo la semana pasada en el Congreso, y navega en ella desde que su mujer apareció por primera vez en los «papeles». Están convencidos de que pueden seguir apretando con el mensaje que busca generar una contusión propia de regímenes poco simpatizantes con la libertad, y puede incluso que tengan suerte y que este comportamiento no tenga ningún coste. Pero en ese ejercicio del que hablaban los clásicos sobre la utilidad de la autocontención, no hay exceso que no acabe volviéndose contra el que lo está practicando.
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