Sin Perdón

El despotismo como forma de gobierno

«Esa deriva mesiánica del sanchismo y sus seguidores es realmente inquietante»

El Diccionario de la Real Academia Española ofrece, como es habitual, una excelente definición del término déspota al establecer que es el «conjunto de actitudes y prácticas de quien abusa de su superioridad o poder en el trato con los demás». Los sanchistas políticos y mediáticos han adoptado, desafortunadamente, unos tics claramente despóticos, ya que consideran que Sánchez es el único que es capaz de interpretar lo que realmente necesitamos los españoles. Las únicas políticas que son efectivas son las suyas. Nos ofrecen un relato idílico de estos años como si solo se pudiera progresar si gobierna la izquierda radical. Los avances son, precisamente, gracias al talento de Sánchez. No cabe otorgar ningún mérito a nadie más, porque todo se lo debemos a su inspiración y talento. Por supuesto, si gobernara la derecha sufriríamos un retroceso en las libertades y los derechos, algo que nunca ha sucedido con gobiernos del PP. Esa deriva mesiánica del sanchismo y sus seguidores es realmente inquietante. Nunca cometen errores y todo es culpa de aquellos que no siguen al líder providencial. No hay más que escuchar o leer a la izquierda política y mediática para constatar que ese despotismo no es una exageración.

Durante el siglo XVIII se produjo un sistema de gobierno que conocemos como el despotismo ilustrado. Federico II consideraba que «el soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad». Es lo que se conoce popularmente como «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Los más destacados, además del rey prusiano, fueron José II de Austria, Catalina II de Rusia, Carlos III de España y los ministros Pombal en Portugal o Struensee en Dinamarca. En nuestro caso, los seguidores de Sánchez consideran que no hay más política legítima y eficaz que la suya, porque la oposición tiene que seguir, precisamente, en la oposición que debería ser su estado natural. Este pulso autoritario y displicente se comprueba, también, en la relación de los ministros y los dirigentes del PSOE con la oposición ya que consideran que no hay otra política posible. Por ello, Puigdemont debería ordenar a sus diputados que apoyen a Sánchez con una fe ciega. Los columnistas de la izquierda adoran esta versión moderna del despotismo ilustrado donde se descalifica al PP, a los jueces y a los periodistas que no se someten al líder.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).