El canto del cuco
Un 8-M, decadente
Las andanzas de Jessica y Ábalos con dinero público, los líos de Monedero y Errejón y otros escándalos encadenados impiden al PSOE, a Sumar y a Podemos salir, alegres, el 8-M a la calle sin que se les caiga la cara de vergüenza
El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se presenta este año ensombrecido por circunstancias domésticas y por el cambio de escenario internacional. Hasta la Fundación Avanza, el laboratorio de ideas del PSOE, que ha echado a andar de la mano de Manuel Escudero, reniega del «wokismo» y de la cultura de la cancelación. El éxito del «trumpismo» y el avance imparable de los movimientos políticos más conservadores en Europa dejan poco margen a las celebraciones festivas ondeando banderas arcoíris. Los más jóvenes, con el móvil en la mano sin abandonarlo un minuto, se inclinan más, de día en día, por lo tradicional. Huelen los vientos, avizoran el futuro y buscan cobijo y seguridad.
Las andanzas de Jessica y Ábalos con dinero público, las peripecias de Koldo, los pisos de «señoritas», los líos de Monedero y Errejón y otros escándalos encadenados impiden al PSOE, a Sumar y a Podemos –los del sí es sí– salir, alegres, el 8-M a la calle sin que se les caiga la cara de vergüenza. De poco sirve que los medios cercanos al Gobierno «progresista», ignoren estos vergonzosos asuntos y distraigan la atención con historias menos comprometedoras, más lejanas o más impertinentes, como plantear ahora un debate sobre el «derecho» constitucional al aborto, esa barbarie, sabiendo que no tienen votos, afortunadamente, para cambiar la Constitución. No es extraño que el movimiento feminista se presente en este 8-M más dividido que nunca, parece que más desconcertado y decadente.
La lucha por la igualdad efectiva de derechos entre hombres y mujeres, verdadero origen de esta celebración, sigue mereciendo la pena. La guerra de sexos, no. La confusión de sexos, menos. La disgregación, planeada, de la familia tradicional no ha traído la felicidad, sino todo lo contrario. Como dice Tolstoy en «Ana Karenina», «todas las familias felices se parecen, pero las infelices son cada una a su manera». Y consuela, en esta hora de confusión sobre el particular, releer la «Carta al padre» de Kafka: «Casarse, formar una familia, aceptar todos los hijos que vengan, mantenerlos en este mundo inseguro y, más aún, hasta guiarles un poco, es, en mi opinión, lo más que un hombre puede lograr». Es de temer que, después de esto, las feministas enemigas del patriarcado y lo heterosexual, que seguramente, en su inmensa mayoría, no han leído al genial escritor checo, aplicarán al autor de «El proceso» la cancelación. Así de triste es todo, así de absurdo. El caso es que el rosa y el morado no se llevan este año en el preludio gris y lluvioso de la primavera.