Alfonso Ussía
«Tontos ¡vamos Rafa!»
Entre los aficionados a los deportes, el tonto más destacado hasta la fecha, un tonto monumental, es el «tonto-cumbres». Dícese de aquel amante del ciclismo que aguarda la llegada de los afanosos profesionales del pedal en los últimos tramos de los puertos de montaña, con bandera o sin bandera, y corre junto al ciclista unos metros molestándolo o impidiendo su desarrollo. El «tonto-cumbres» pernocta en la cima, y para el retorno, terminada la etapa, precisa de varias horas de aglomeraciones y colas de tráfico. Es decir, que se trata de un tonto vocacional de muy complicada recuperación social. Un tonto que sufre por decisión propia, y cuyo padecimiento nada aporta a la humanidad. Entre los «tonto-cumbres», destaca en las etapas pirenaicas del «Tour» de Francia y la Vuelta a España, el «tonto-cumbres» del subgénero «abertzale», entusiasta exhibidor de «ikurriñas» y camisetas con el mensaje «Presoak Kalera» sobre un mapa de nación inventada.
Antonio Burgos es el descubridor científico del «Tonto con Balcones a la calle» y el «Tonto de la bandera republicana», y yo asumo humildemente mi descubrimiento de un tonto muy español y escorado a las izquierdas. El tonto «Mi Patria es el Mundo», que es un tonto pedante y majadero que después de decir semejante necedad, queda muy a gusto de sí mismo. Y también del tonto «Garzón», que es un tonto de muy reducida expansión porque sólo quedan dos ejemplares.
Pero hay un tonto que lleva muchos años interesándome y que ya ha adquirido su reconocimiento oficial en el Registro Nacional de Tontos. El tonto «¡Vamos, Rafa!», muy habitual en los palcos y tribunas tenísticas. Es más numeroso en Madrid que en Barcelona, lo cual no deja de ser sorprendente. El tonto «¡Vamos, Rafa!», que es un tonto entre signos de exclamación, es todo aquel que, impulsado por la emoción, anima de esta guisa a Rafa Nadal en los momentos menos aptos y más inoportunos de un partido de tenis competido por nuestro gran campeón. Así que el silencio impera entre el público, Rafa Nadal se dispone a efectuar un saque o a recibirlo, y cuando el sacador inicia el escorzo se oye el «¡Vamos, Rafa!» de rigor, impidiendo el principio del punto. Rafael Nadal es el más perjudicado, por cuanto se ve obligado a repetir su rito de saque, que no es rito breve.
El tonto «¡Vamos, Rafa!», se caracteriza por su impermeabilidad anímica. Aunque el árbitro le recomiende respeto, la mayoría de los espectadores le muestren su desagrado y el propio Rafa Nadal le dedique desde la cancha una mirada de profundo enfado, el tonto no ceja, y en el siguiente punto, en las mismas condiciones y con parecidas circunstancias que en el anterior, aprovechando el silencio expectante vuelve por sus fueros con un nuevo «¡Vamos, Rafa!» atronador.
Propongo que, en beneficio de nuestro tenis, y muy especialmente de Rafael Nadal, el más grande deportista español de todos los tiempos, cada vez que un tonto «¡Vamos, Rafa!» anime inoportunamente al gran campeón, el juez de silla interrumpa el juego y expulse al tonto con un alto sentido de la inmediatez. De tal guisa, que el tonto podrá ser abroncado por los espectadores, y las cámaras de televisión podrán detallar su expulsión ante el estupor y vergüenza de sus familiares y amigos que siguen el partido a través de la pequeña pantalla en el tibio regocijo de sus hogares. Fuera de cámaras, el tonto «Vamos, Rafa!» aunque sea pateado en el culo por los miembros del servicio de seguridad, carecerá de derechos para interponer la consiguiente denuncia.
Este tipo de tonto, muy numeroso en ejemplares, y de empecinada y abrumadora presencia en la «Caja Mágica» de Madrid, es aún más tonto que el «tonto-cumbres», el «tonto con bandera republicana», y el tonto «Mi Patria es el Mundo». Sólo es superado por el «Tonto Garzón», pero como constaté previamente, de esta última especie apenas quedan dos ejemplares en libertad.
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