Andalucía
Sur suspenso
El articulista agrio señalará que la (relativa) mejoría de España en el Informe Pisa obedece al bajón generalizado del resto de naciones. En términos absolutos, las puntuaciones de nuestros escolares siguen estancadas en catacumbas similares a las que ocupan desde el cambio de siglo, cuando la OCDE comenzó a medir los conocimientos de los estudiantes. Es posible que esta caída del nivel se explique en la adopción de una nueva metodología para los tests, que ha pillado a contrapié a los alumnos. También pueden estrujarse las cifras y retorcerse los argumentos para reivindicar post mortem (política) la figura de Juan Ignacio Wert, ministro tan denostado como brillante, aunque echase el borrón final de una golfería que a muchos de sus defensores nos quebró para siempre el jarroncito de la admiración. Permanece inmóvil la situación de las comunidades autónomas, que parecieran colocadas en el ranking según la fuerza que las gobierna hegemónicamente, o casi. Galicia y Castilla-León, donde ha mandado mucho y manda el PP, compiten y a menudo aventajan a los países con resultados más alentadores. Por el contrario, la juventud meridional lee poco, se expresa rupestremente, calcula sin exactitud e ignora el significado del verbo pensar. A (cristalina) imagen y semejanza de sus electos. Extremadura y, ay, nuestra Andalucía, con su sempiterno desparrame de competencias transferidas a los socialistas, horadan con pertinacia el socavón de esa burricie que las postrará (además y todavía) en las próximas generaciones. ¿Será que hay una manera izquierdista y otra conservadora de abordar la educación? «En absoluto. Para nada, por Dios. ¡Quia!», negarán los pedagogos/demagogos a coro esa correlación que reafirmarían campanudos en caso de circunstancia antónima.