Alfonso Merlos
Reconciliación imposible
Algo mucho más complicado que la cuadratura del círculo. Por lo que trabaja, lo que busca y ansía, lo que ha escenificado Sánchez es la unidad imposible y la sintonía improbable.
De un lado, la unidad entre los suyos, cuando hemos asistido a un rosario de declaraciones de potentes barones como García-Page o Fernández Vara o la propia Susana Díaz que, en los últimos meses, no han servido sino para cuestionar el liderazgo del candidato a la presidencia del gobierno: para desacreditarlo, para situarlo en la cuerda floja, para hacerle ver y notar la espada de Damocles sobre su testa.
Por otra parte, la sintonía con unos podemitas que han destacado desde el 20-D por plantearle propuestas delirantes y humillantes, improcedentes y ofensivas, hirientes y cargadas de veneno. Y, sin embargo, ahora anuncia el auriga del puño y la rosa que si obtiene un triunfo limpio el 26-J aplicará el principio de generosidad respecto de Pablo Iglesias y sus mesnadas. ¡¿En qué quedamos?!
Pero aun así, intentando el todavía amo de las llaves de Ferraz sentir el calor en las faldas de Rubalcaba, o Almunia, o Zapatero, su desesperado planteamiento tiene un sentido. El mismo que tuvo en la anterior cita con las urnas: el de la supervivencia, el de agarrarse a un clavo ardiendo, que en este caso representan los capitostes socialistas que conservan el poder.
¡No le queda otra! Y no le queda no sólo porque de acuerdo con la totalidad de sondeos es científicamente imposible que rebase a Rajoy, sino porque según la senda que marcan no pocos estudios demoscópicos la coalición podemita-garzonita le mojará la oreja. Quizá sea ésta, y no el PP, la que ejerza de sepulturera de Pedro.
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