No le falta nada de razón a Angela Merkel cuando deja entrever que ya no podemos confiar plenamente en nuestros aliados tradicionales. Menos razón le falta aún cuando dice que los europeos tenemos la obligación de defender por nosotros mismos nuestros propios intereses y que debemos tener una posición propia y singular en el orden internacional. Las cosas han cambiado mucho en el mundo y nada es igual a como era hace tan sólo algunos años y menos aún a como se venía haciendo desde hace tanto tiempo. Tampoco los marcos de cooperación que existían entre los estados y en el seno de organizaciones internacionales. Se han roto los criterios que veníamos utilizando y los presupuestos de nuestra acción. No sé si hay una nueva recomposición del poder en la sociedad internacional, pero sí estoy seguro de que las alianzas ahora son distintas y que la Europa unida se encuentra, más que nunca, en la encrucijada. Debemos escuchar lo que dice la canciller alemana, cualquiera que sean nuestras posiciones políticas, porque dice la verdad. Se avecinan tiempos difíciles y no podemos esperar que nos presten ayuda quienes históricamente lo han venido haciendo. Todo lo contrario. Debemos estar preparados para asistir a trascendentales cambios en las alianzas que tienen lugar en las relaciones internacionales pero, sobre todo, no debemos descuidar nuestro futuro. La idea de la Europa de todos está en peligro o, al menos, se enfrenta a importantes retos que debe resolver por sí misma. Nuestros valores deben permanecer porque nos hacen fuertes. La democracia y el respeto de los derechos humanos son incuestionables y no admitiremos que se pongan en duda. Nuestros antiguos aliados pueden coincidir en ocasiones con nuestras posturas, pero no serán incondicionales. Debemos mantener buenas relaciones con ellos, pero sabemos, a ciencia cierta, que los únicos aliados de la Europa unida son los Estados europeos que pertenecen a la Unión. En éstos debemos confiar y con ellos debemos reforzar nuestra alianza.