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Política

César Vidal

Las lecciones de una batalla decisiva para la Historia

Las lecciones de una batalla decisiva para la Historia larazon

La Segunda Guerra Mundial experimentó un giro radical a las cuatro de la madrugada del día 22 de junio de 1941 cuando Hitler invadió la URSS. Hasta entonces, las fulgurantes victorias de la Wehrmacht habían sido simples preliminares de la batalla hacia el Este que el Führer venía preconizando desde su manual, el «Mein Kampf». Para Gran Bretaña, la resistencia de la URSS resultaba esencial y para Estados Unidos –que entró en el conflicto en diciembre del mismo año– no lo fue menos. Sin embargo, la Unión Soviética no deseaba cargar prácticamente a solas con el peso del conflicto. Junto con la ayuda material de los anglo-americanos, comenzó a exigir la apertura de un segundo frente. La Operación Torch en las primeras semanas de 1943 enfrentó por primera vez a los americanos con las fuerzas alemanas en el norte de África y unos meses después el VIII Ejército de Montgomery y el VII de Patton desembarcaron en Sicilia. Sin embargo, la campaña de Italia no fue un segundo frente.

A decir verdad, los partisanos de Tito inmovilizaban en Yugoslavia a tantas divisiones germanas como inglesas y americanas en la península italiana. De hecho, hasta julio de 1944, con el desembarco en Normandía, no pudieron los aliados occidentales cumplir su promesa a Stalin. A punto estuvieron de no conseguirlo. Que Gran Bretaña y Estados Unidos iban a llevar a cabo la invasión era algo sabido, que se intentó entorpecer con hábiles juegos de contrainteligencia en los que participó el español Garbo es cierto y que el esfuerzo logístico carecía de precedentes no puede ponerse en duda. Sin embargo, todo pudo acabar en un desastre.

El alto mando alemán estaba dividido en cuanto a la táctica más adecuada. Rommel, la pesadilla de los británicos en África del Norte, era partidario de impedir el desembarco y para ello se esforzó por detener en las playas a los aliados sembrándolas de minas y de obstáculos como los denominados «espárragos de Rommel», unas composiciones de hormigón y hierro que imposibilitaban el avance. Von Rundstedt, por el contrario, sostenía que debía permitirse el desembarco para aplastar al enemigo en tierra. Lo cierto es que la operación aerotransportada llevada a cabo por las 82 y 101 divisiones americanas en la retaguardia enemiga se saldó con un fracaso y los obstáculos de Rommel se dejaron sentir de manera devastadora en la playa Omaha, donde los americanos cosecharon la mayor parte de las bajas del primer día. A decir verdad, el denominado «día más largo» fue todo menos un éxito. Los aliados sufrieron 12.000 bajas –más de 4.000 muertos– frente a los 1.000 de los alemanes. Por añadidura, en ese primer día debían tomarse Carentan, St. Lô, Caen y Bayeux y todas las playas tenían que quedar conectadas a lo largo de un frente de entre 10 y 16 kilómetros. No se conquistó ni uno solo de los objetivos –Caen estuvo en manos alemanas hasta el 21 de julio– y las playas no quedaron conectadas hasta el 12 de junio. Si todo no acabó en desastre se debió fundamentalmente a cuatro razones. En primer lugar, Rommel no había conseguido acabar sus labores de fortificación; en segundo, Hitler mantuvo en Calais las fuerzas acorazadas convencido de que el desembarco en Normandía era una mera operación de engaño; en tercero, los aliados contaron con una aplastante superioridad aérea –justo lo que Rommel más había temido– y en cuarto y más importante, el Ejército soviético sacó las castañas del fuego a los anglo-americanos. El 22 de junio, con los aliados aún atascados en Normandía y a petición de Churchill y Roosevelt, 1.200.000 soldados soviéticos se lanzaron sobre los alemanes en la denominada «Operación Bagration», impidiendo a las tropas nazis presentar una defensa sólida en el norte de Francia. El segundo frente se había abierto para ayudar a la URSS y fue el Ejército soviético el que se ocupó de que ese campo de batalla no se saldara con un fracaso. El cine de Hollywood, por supuesto, nunca lo contó así. Pero después de todos estos acontecimientos decisivos, quedaba menos de un año para el fin de la guerra que había desangrado al Viejo Continente desde 1939.