Restringido
La Pascua del sacrificio
Un año más S.M. el Rey y el ministro de Defensa han sido los protagonistas de la Pascua Militar, con los mandos militares, el presidente del Gobierno y el ministro del Interior como auditorio. Pero este año ha sido especialmente duro para todos; una cierta melancolía ha cubierto este entrañable acto.
Duro indudablemente para el Rey, que se ha esforzado por presidir este acto cuando su estado físico claramente aconsejaba no hacerlo, como ha quedado patente en la parte final de sus palabras. Duro también para un ministro que considera que los presupuestos de las Fuerzas Armadas son muy limitados –insuficientes si lo traducimos al lenguaje de la calle–, pero a la vez que trata de ser coherente con las medidas del Gobierno al que pertenece.
Melancólico también ha sido que al repasar las misiones internacionales de las FAS durante 2013, la más destacada fuera un repliegue, el de Afganistán, donde incluso una simbólica permanencia en el aeropuerto y hospital de Herat está pendiente de unas duras negociaciones sobre el estatus de las tropas OTAN. Sobre nuestras fuerzas en Líbano, el ministro ha pasado de puntillas, pues estamos en el ojo de un huracán de pasiones. Sólo la misión antipiratería en el Índico puede presumir de un cierto éxito, pues la presencia en el África subsahariana es más bien logística y muy limitada.
El estado de los programas militares de armamento parece cautivo del intento de salvar algo de la industria militar haciéndolo compatible con los compromisos adquiridos. Pero no hay esperanza de renovar pronto ningún armamento significativo.
Algo se ha hecho en organización el año pasado, pero lo que se avecina de dejar sólo el 10% de los efectivos operativos hace surgir la inevitable pregunta de que pasara con el 90% de los restantes.
Siento de veras no poder ser más optimista, pero es que la situación es durísima para las FAS, que como es natural mantienen disciplinado silencio. Ojalá que en la próxima Pascua hayamos superado alguno de estos factores negativos.