Relaciones EEUU/Cuba
Ha muerto un dictador
Cierto que estamos aún en caliente pero te seré sincera, para variar: a los periodistas este deceso no nos ha pillado desprevenidos. Lo hemos imaginado largamente. En todas las redacciones existen, desde hace muchísimos años, obituarios regularmente actualizados de Fidel Castro. Nadie duda de la trascendencia histórica del comandante. Su momento final ha llegado un viernes de finales de noviembre, idéntico mes en el que murió Franco, mira tú por dónde. Ambos se llevaban bien y forman parte de la categoría de dictadores del siglo XX, lo mismo que Mussolini o Pinochet. Y, sin embargo, segundo arranque de sinceridad, hoy leo que varios líderes políticos lamentan la pérdida de un «referente»... ¿De libertades, quizá? No les entiendo. Fidel ha logrado dividir hasta el extremo a su pueblo, tal y como se ha demostrado estas primeras horas en Cuba, Miami y Madrid. Viviendo él en la opulencia, ha permitido la pobreza de los suyos. Forbes calculaba no hace mucho su fortuna en 800 millones de euros. En La Habana, quizá como tú, he visto con mis ojos miseria, restricciones, ausencia de libertad. He visto colas, cartillas de racionamiento, picaresca extrema de supervivencia, miradas perdidas en el Malecón calcado a Cádiz mientras un taxista, maravillado, me preguntaba si es cierto que en mi país podemos ver más de un canal de televisión. A todos esos cubanos les han salvado la alegría, la música, el ron, la ignorancia, desconocer el mundo al otro lado de su orilla.
Quienes sí escaparon, valientes, jugándose la vida en el mar, te recuerdan desde el exilio que el castrismo ha causado la muerte de 7.600 personas y subrayan que el paso del tiempo nunca absolverá a Fidel. Le llaman tirano, por eso hoy estalla la fiesta en Miami y ves a esa anciana en éxtasis, gritando «lo logré, quería que él muriera antes que yo». Y la comprendes.
¿Vienen días complicados para Cuba? Quizá. Con el hermano Obama, la isla avanzó hacia el desbloqueo. Con Trump, vete a saber. ¿Se tambaleará el régimen? Lo dudo. Murió el líder pero su revolución continúa, con el hermano Raúl. Reconozcamos que Fidel se ha salido con la suya. Odiado y adorado al mismo tiempo, solo la perspectiva aséptica del tiempo permitirá juzgar correctamente al hombre y su legado. Pero nadie puede contradecirme si afirmo que acaba de morir un dictador. No caigamos ahora en el error de blanquear su figura.