Elecciones andaluzas
Floreros del Sur
Desde el fallecimiento de Ramón Rubial, justo antes del cambio de milenio, la presidencia del PSOE siempre ha correspondido a un militante andaluz: quizás como deferencia a la federación más numerosa o tal vez porque el cargo es estrictamente honorífico, sin competencia ejecutiva alguna, y ello se conjuga a la perfección con esa acendrada vocación de palmeros, con toda probabilidad la característica más sobresaliente de nuestra alma colectiva. El caso es que Pedro Sánchez no ha querido quebrar esa tradición con el nombramiento de Cristina Narbona, nacida en Madrid y licencia en La Sapienza, sí, pero llegada a la política desde la Universidad de Sevilla, de la mano de Rafael Escuredo en el primer Gobierno autonómico, y electa por Almería para su debut en las Cortes. Si Felipe González, su mentor en el partido, califica a los ex presidentes de «jarrones chinos», uno estaría tentado de afirmar que Chaves, Griñán, Micaela Navarro y, desde esta semana, ella son los floreros andaluces que lucen en Ferraz cuando la dirigencia no quiere del Sur más que los votos que las mesnadas meridionales aportan a millares. Y la peripecia de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, orillado a la segunda fila tras partirse la cara en una durísima campaña, no hace sino confirmar que Pedro Sánchez sólo buscaba por aquí a algún kamikaze dispuesto a tocarle los costados a Susana Díaz; pero que la materia gris acabaría hallándola en otras latitudes más chics. No se apea uno tan fácilmente de la condición de subalterno ni ayuda a ello la denominación de «barón» porque, no en vano, se trata de la escala más baja de la nobleza: están por encima de los plebeyos pero por debajo del rey y de sus cortesanos. ¿No eran estos lo que iban a reabrir el debate sobre si Monarquía o República?
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