José María Marco
En el centro
El Partido Popular ha propuesto en el Congreso impedir por ley los indultos por rebelión y sedición. Es una propuesta respetable, sin duda, pero viene a desfigurar un instrumento que tiene sentido de por sí, aplicable por quien tiene la facultad de hacerlo (la más alta instancia política) en momentos de excepcionalidad. Más aún que una confesión de desconfianza en quienes ocupan esas funciones, supone una degradación de las instituciones jurídicas y una aceptación, como si fuera irremediable, del descrédito de la acción política, que aquí alcanza un sentido muy profundo.
En líneas generales, el gobierno de Mariano Rajoy ha apostado por pensar la crisis como una cuestión fundamentalmente económica. Superada esta, el sentido común daba por supuesto que volvíamos, aunque sea aproximadamente, a la situación anterior: el partido del gobierno recuperaba por tanto parte de los votos perdidos en años previos.
No parece ser esto lo que está ocurriendo, y aunque las ejecutorias económica y laboral del gobierno sean muy brillantes (y las únicas, prácticamente, que se ha intentado explicar en su fundamento y su sentido), la salida de la crisis no está devolviendo al PP los votantes que en este tiempo se han mudado o directamente han empezado a votar a otros partidos.
Se puede caer entonces en la tentación de adelantar medidas de tono más subido, encaminadas a demostrar la consistencia ideológica del proyecto popular y cuyo efecto es tensar la oferta política propia hacia un extremo y alejarla del centro. Se intentaría responder así al sentido de la oportunidad de que están haciendo gala los centristas radicales de Ciudadanos, más radicales o más ruidosos que centristas en estos últimos tiempos.
Es un error. El Partido Popular no debe subir la apuesta cada vez que C’s apuesta más fuerte... de farol. Como partido de gobierno, a l le corresponde establecer el marco del debate público, sin esperar a que otros se lo fijen según sus propios intereses. Tiene recursos suficientes para hacerlo y para devolver la vida política a donde debe estar, que es el centro, el centro templado e inteligible donde se ganan elecciones.